En nuestra familia hay dos minilamb, por parte de hermana. La primera edición tiene ya una década y la segunda siete años y medio. Al contrario que en las nuevas tecnologías la versión 2.0 no mejora a la 1.0, pero sí que es verdad que ambos son muy diferentes tanto físicamente como en personalidad. Da igual, con ambos se me cae la baba.
Los veo relativamente a menudo, aunque no tanto como quisiera, pero los disfruto bastante poco, porque para disfrutarlos hay que estar con ellos a solas, sin progenitores ni planes absorbentes en el horizonte. Por eso, cuando el viernes me llamó mi hermana y me dijo que se encontraba mal y que si me podía quedar con ellos un par de días, me puse a saltar de alegría.
Volvíamos del bello pueblo de Olite, que es donde vive mi hermana y sus dos churumbeles, cuando, en el coche se produce la primera de una retahíla de conversaciones grandiosas:
Minilamb 1.0: Tía, ¿qué día es hoy?
Lamb: Hoy estamos a 13, viernes.
Minilamb 1.0: ¿Es el día de la mala suerte?
Lamb: No, ese es el martes 13. Aunque pensándolo bien eso es en España, en otros países sí que es el viernes 13 el día de la mala suerte.
Minilamb 1.0: Bueno, da igual, porque ahora con Rajoy todos los días son de la mala suerte...
Dado que mi hermana es una anacoreta en lo que a recibir información de actualidad se refiere, supongo que ese comentario hecho, dicho sea de paso, con una resignación sorprendente para un niño de diez años, es el resultado de haber estado expuesto a las quejas manifestadas por la gente que le rodean. Sea como sea, y a pesar de que tiene mucha razón, un niño de diez años no debería tener que preocuparse por este tipo de cosas.
Llegamos el viernes a las 8 de la tarde a casa. ¡Vamos a las barracas! Hoy ya es muy tarde, pero mañana os llevo a las barracas. Por qué no cenamos y vemos una peli. ¡Sí, peli, peli! A ver, ¿cuál queréis ver? Robin Hood, pero la de mayores, no la de dibujos animados. No sé, no sé, igual es demasiado para vosotros. ¡Qué va, si ya la hemos visto varias veces! Bueno, vale, ¿cuál de las dos? La vieja, la que tira dos flechas a la vez y sale una vieja horrible. Ahh, la de Kevin Costner... Y ellos me miran como si hubiera dicho aguachiniaguachiná, porque no saben quién es Kevin Costner ni les importa.
Tía, dice Minilamb 2.0, avísame cuando salga la vieja que me da miedo y no quiero mirar. Y cada vez que aparecía esa señora fea como un demonio, la segunda versión metía la cabeza entre mis brazos mientras la primera versión le iba contando, con pelos y señales lo que estaba pasando para que no se perdiera nada de la película. Eso es compañerismo y lo demás son tonterías.
El sábado a la mañana, después de desayunar, les senté a los dos a hacer tarea de repaso, que no necesitan pero que no les viene mal para que no se relajen demasiado, y después subida al Casco Viejo a ver qué se cocía el último día de sanfermines y a tomar un pintxo. En la Avda. Carlos III había un grupo de chicos haciendo un espectáculo de Street Dance. Ambos con la boca abierta, alucinados con los saltos y los giros. En mitad del espectáculo los chicos paran y comienzan a pasar la gorra. Les doy lo que tengo suelto en la cartera para que se lo den y Minilamb 1.0 me dice ¿les vamos a dar sólo eso? Lo siento pero no tengo más cambio. Pues dales un billete. Ya, pero si les doy EL billete, ¿con qué compramos la comida de hoy? Con la tarjeta de crédito. Lo siento cariño, pero sale del mismo sitio, y en este momento no está el horno para bollos. ¿Vamos a comer bollos? dice Minilamb 2.0. ¡Qué va! contesta 1.0, lo que quiere decir la tía es que hay crisis y no se puede gastar tanto. ¡Ahhh! ¿Tía? Dime, 1.0. ¿Cuándo vamos a ir a las barracas? Mañana. Iremos mañana, digo yo con un suspiro de ¡oír para creer!
En fin, que no me alargo más porque el fin de semana fue largo y, aunque cada momento fue único, no quiero acabar siendo una de esas tías que se hinchan como pavos reales para ensalzar las "prodigiosas" habilidades de sus sobrinos, resultando, al final, más pesadas que un collar de melones. Aunque ya aviso que, en el futuro, habrá más capítulos.
Por cierto, el domingo, finalmente, les llevé a las barracas.
Los veo relativamente a menudo, aunque no tanto como quisiera, pero los disfruto bastante poco, porque para disfrutarlos hay que estar con ellos a solas, sin progenitores ni planes absorbentes en el horizonte. Por eso, cuando el viernes me llamó mi hermana y me dijo que se encontraba mal y que si me podía quedar con ellos un par de días, me puse a saltar de alegría.
Volvíamos del bello pueblo de Olite, que es donde vive mi hermana y sus dos churumbeles, cuando, en el coche se produce la primera de una retahíla de conversaciones grandiosas:
Minilamb 1.0: Tía, ¿qué día es hoy?
Lamb: Hoy estamos a 13, viernes.
Minilamb 1.0: ¿Es el día de la mala suerte?
Lamb: No, ese es el martes 13. Aunque pensándolo bien eso es en España, en otros países sí que es el viernes 13 el día de la mala suerte.
Minilamb 1.0: Bueno, da igual, porque ahora con Rajoy todos los días son de la mala suerte...
Dado que mi hermana es una anacoreta en lo que a recibir información de actualidad se refiere, supongo que ese comentario hecho, dicho sea de paso, con una resignación sorprendente para un niño de diez años, es el resultado de haber estado expuesto a las quejas manifestadas por la gente que le rodean. Sea como sea, y a pesar de que tiene mucha razón, un niño de diez años no debería tener que preocuparse por este tipo de cosas.
Llegamos el viernes a las 8 de la tarde a casa. ¡Vamos a las barracas! Hoy ya es muy tarde, pero mañana os llevo a las barracas. Por qué no cenamos y vemos una peli. ¡Sí, peli, peli! A ver, ¿cuál queréis ver? Robin Hood, pero la de mayores, no la de dibujos animados. No sé, no sé, igual es demasiado para vosotros. ¡Qué va, si ya la hemos visto varias veces! Bueno, vale, ¿cuál de las dos? La vieja, la que tira dos flechas a la vez y sale una vieja horrible. Ahh, la de Kevin Costner... Y ellos me miran como si hubiera dicho aguachiniaguachiná, porque no saben quién es Kevin Costner ni les importa.
Tía, dice Minilamb 2.0, avísame cuando salga la vieja que me da miedo y no quiero mirar. Y cada vez que aparecía esa señora fea como un demonio, la segunda versión metía la cabeza entre mis brazos mientras la primera versión le iba contando, con pelos y señales lo que estaba pasando para que no se perdiera nada de la película. Eso es compañerismo y lo demás son tonterías.
El sábado a la mañana, después de desayunar, les senté a los dos a hacer tarea de repaso, que no necesitan pero que no les viene mal para que no se relajen demasiado, y después subida al Casco Viejo a ver qué se cocía el último día de sanfermines y a tomar un pintxo. En la Avda. Carlos III había un grupo de chicos haciendo un espectáculo de Street Dance. Ambos con la boca abierta, alucinados con los saltos y los giros. En mitad del espectáculo los chicos paran y comienzan a pasar la gorra. Les doy lo que tengo suelto en la cartera para que se lo den y Minilamb 1.0 me dice ¿les vamos a dar sólo eso? Lo siento pero no tengo más cambio. Pues dales un billete. Ya, pero si les doy EL billete, ¿con qué compramos la comida de hoy? Con la tarjeta de crédito. Lo siento cariño, pero sale del mismo sitio, y en este momento no está el horno para bollos. ¿Vamos a comer bollos? dice Minilamb 2.0. ¡Qué va! contesta 1.0, lo que quiere decir la tía es que hay crisis y no se puede gastar tanto. ¡Ahhh! ¿Tía? Dime, 1.0. ¿Cuándo vamos a ir a las barracas? Mañana. Iremos mañana, digo yo con un suspiro de ¡oír para creer!
En fin, que no me alargo más porque el fin de semana fue largo y, aunque cada momento fue único, no quiero acabar siendo una de esas tías que se hinchan como pavos reales para ensalzar las "prodigiosas" habilidades de sus sobrinos, resultando, al final, más pesadas que un collar de melones. Aunque ya aviso que, en el futuro, habrá más capítulos.
Por cierto, el domingo, finalmente, les llevé a las barracas.
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