Te recuerdo cantando la marimorena en Nochebuena, haciendo diariamente los crucigramas del Norte de Castilla, contándome historias de cuando estabas en la mili en el Crucero Canarias, haciéndote huevos fritos con patatas para cenar casi cada noche, descorchando el cava en los cumpleaños y fiestas, transmitiéndome tu sabiduría mediante refranes, afeitándote y poniéndote esa colonia que tanto me gustaba porque olía a ti, contando chistes y haciendo comentarios que no entendía, jugando al chinchón y soltando los reyes porque tú no eras monárquico, recorriendo, arriba y abajo, el largo pasillo de tu casa durante horas cuando llovía tanto que no podías salir a caminar, sopesando las sandías para encontrar la que estuviera en su punto, poniéndote la corbata, porque te abrigaba la garganta y porque siempre tenías que ir como un señor, enseñándome a sumar con las cuentas de la tienda, explicándome cómo se hacían los distintos nudos marineros, repitiendo batallitas de cuando la guerra, escribiendo con tu letra de amanuense poemas que te gustaba conservar, coleccionando postales, llaveros, bolígrafos, invitaciones a bodas y bautizos, transmitiéndome tu pasión por la lectura, pidiéndome que te cambiara de lado en la calle porque niña, ya sabes que éste es mi ojo malo, sonriendo beatíficamente cuando yo hacía el idiota, llevando siempre un peine en el bolsillo, jugando la partida en el Gallo los domingos por la tarde, recorriendo las obras del barrio en busca de trozos de madera con los que hacer tus "muebles", haciendo cola en la calle durante horas para conseguirme entradas para el festival de cine, narrando las penurias que pasaste en tu vida como si hubieran sido grandes aventuras. Han pasado casi ocho años desde que te fuiste y recuerdo todo eso y miles de cosas más. Han pasado casi ocho años desde que te fuiste y aún me cuesta mucho hablar sobre ti. Pero te recuerdo. Aunque me duela, te recuerdo.
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