No quiero poner el carro delante de los bueyes, ni vender la piel del oso antes de cazarlo, ni vivir el cuento de la lechera, pero la cosa es que poco a poco, con muchas horas dedicadas, mucha fuerza de voluntad empleada y mucho dinero invertido, voy sacando la diplomatura de Trabajo Social. Mañana tengo el primer examen de junio (aunque aún estamos en mayo) y si la suerte me acompaña, y el cuerpo y la mente me responden, aprobaré todas las asignaturas que tengo y ya sólo tendré que pensar en la que dejé para septiembre y en lo cerca que empieza a verse ya el final del túnel.
Hace un rato estaba estudiando la asignatura de Trabajo Social con Comunidades y uno de los apartados aborda las funciones que tiene que ejercer un buen trabajador social comunitario. No las voy a desarrollar, por una cuestión de espacio y, sobre todo, falta de interés, pero sí que me gustaría mencionarlas porque a raíz de esto me surgió la idea del post de hoy.
Según los autores del libro, un trabajador social comunitario tiene que ser: asesor, mediador, guía, animador, organizador, comunicador, militante, estratega, formador, promotor, acompañante, agente catalizador, defensor, experto, observador y facilitador. Entiendo que esas funciones no las tiene que llevar a cabo al mismo tiempo, pero aún así da un poco de vértigo y, por qué no decirlo, desmoraliza. Entonces recordé otras asignaturas donde me iban enseñando cuál será el trabajo que, si tengo suerte y dejan de recortar en temas sociales, realizaré cuando acabe y las aptitudes que deberé tener para ello. Y la suma de todas ya son para echarse a temblar.
Un trabajador social tiene, entre otras muchas cosas, que ser inteligente, empático, filántropo, saber escuchar, ser respetuoso con la gente y las diversidades culturales, no juzgar, tener templanza para manejar situaciones complicadas, carácter para no dejarse avasallar, saber leer no sólo entre líneas y los silencios, sino también los gestos y posturas, tiene que ser organizado y anticiparse a los problemas pero también saber improvisar, tener buen humor, saber motivar para que cada individuo y grupo saque lo mejor de si mismo, ser equilibrado, tener paciencia, saber expresarse, ser intuitivo, tener don de gentes, no dejarse llevar por el desaliento, ser creativo y estar comprometido con su trabajo más allá del trabajo mientras se conforma con un sueldo mileurista (lo que significa que además tiene que ser o rico o altruista o las dos cosas).
Estoy abrumada con tantas expectativas que sé que no voy a cumplir ni aunque viviera tres vidas seguidas en las que fuera superdotada, santa y popular. Voy leyendo todo lo que debería ser y todos mis defectos adquieren una proporción desmesurada. Y me pregunto si con lo que traigo de serie será suficiente, porque haciendo la vista gorda y siendo muy optimista y permisiva conmigo misma, llego a cumplir media docena de virtudes. Luego me digo, Lamb, tú no te preocupes, si al final es bastante probable que no puedas trabajar nunca de eso y entonces me doy cuenta de que me estoy dejando llevar por el desaliento y que así mal lo llevamos.
En fin, que me voy a estudiar un rato que como no apruebe no tendrá sentido ni que me preocupe por estas menudencias.
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