07 mayo 2012

Caminantes de ciudad

Cuando tengo tiempo me gusta ir caminando a los sitios. Pamplona es una buena ciudad para los caminantes. No está muy contaminada, tiene buenas aceras y muchas calles peatonales y es lo suficientemente pequeña como para poder ir andando a casi cualquier sitio. Como aún no domino la urbe, caminar me sirve, además de para hacer un buen ejercicio cardiovascular, para descubrir calles, comercios, lugares curiosos y, sobre todo, para hacer un reconocimiento del terreno para una excursión fotográfica posterior.

Caminar también me sirve para observar a los caminantes y paseantes que pueblan la ciudad. Se podría pensar que todos caminamos igual. Error. Se podría pensar que somos únicos en nuestro caminar. Pues sí, pero tras un exhaustivo proceso de observación he conseguido catalogar a los andadores en, al menos, siete categorías. Informo que aquí no entran ni los paseantes domingueros ni los turistas y peregrinos, ya que no quiero hacer el post más largo que un día sin pan.

Los caminantes cangrejos
También llamados caminantes ebrios. No se sabe muy bien por qué, pero da igual que la acera tenga un metro de ancho o sea más grande que una piscina olímpica, el caminante cangrejo siempre va en zigzag. Esto de por sí no tendría por qué ser un problema, pero lo es, porque, además, el caminante cangrejo se caracteriza por tener una visión periférica de 360º, como las moscas. Eso quiere decir que da igual por que flanco intentes adelantarle, el caminante lo sabrá y te cerrará siempre el paso. Alternativas de adelantamiento: bajarse a la calzada, amagar con ir hacia un lado y adelantarle por el contrario o pedirle permiso para pasar. Eso sí, siempre y cuando no te encuentres con un caminante cangrejo con problemas de recepción sonora.  

Las caminantes cadeneta 
Esta categoría está muy relacionada con la anterior, y pongo las caminantes porque suelen ser grupos de mujeres mayores. Que sí, que entiendo que es más ameno caminar con compañía y que entiendo que la edad pasa factura y que a mi también me llegará ese momento, pero sabiéndolo, ¿se puede saber por qué narices, señoras mayores, tienen que ir tomadas del brazo, como si estuvieran en la Casa de la Pradera? Ya sé que la acera es de todos. Pero de todos quiere decir que también los demás tenemos derecho a usarla. El momento cumbre llega cuando la cadeneta de ancianas se encuentra de frente con otra igual. En ese instante, ambos bandos se observan, se estudian los puntos débiles, cada una se aferra a la compañera aún con más fuerza, y se disponen a enfrentarse como si fueran parte del ejército de infantería de William Wallace contra el ejército inglés. Aquí no hay alternativas de adelantamiento. Toca jugarse el tipo bajándose a la calzada o cambiarse, si no, directamente a la acera de enfrente. 

Los caminantes AVE 
Son aquellos que te adelantan cual superratón en acción. En ocasiones empujándote, incluso, con su onda expansiva. Admito que tengo unas minipiernas que no me permiten dar largas zancadas, pero aún así considero que ando a bastante buen ritmo, más que nada porque, como he dicho, uso el caminar para hacer parte de mi ejercicio diario. Cuando uno de esos caminantes, que francamente yo sugeriría multar por exceso de velocidad en vía pública, pasa raudo y veloz a mi lado, tiendo a pensar que es alguien que llega tarde o que tiene prisa por llegar a algún lugar. Imaginaos mi sorpresa al percatarme, en ese reiterado proceso analítico, que, habitualmente, muchos de esos caminantes bala se paran metros más adelante para observar un escaparate o para hablar con alguien conocido. Sin comentarios.

Los caminantes tortuga
Estos son la contraposición de los AVE, y, perfectamente, podrían ser descolgados de las cadenetas. Lo curioso es que los caminantes tortuga muchas veces son jóvenes, lo que hace más incomprensible esa parsimonia en el caminar. Entiendo que tampoco hay que ir corriendo a todos los sitios, pero de verdad que he visto caracoles adelantando a caminantes tortugas. Cuando la calle está abarrotada, los caminantes que van a paso de burra sacan de quicio. Desesperan. Te hacen acelerar, buscar hueco, frenar, volver a buscar hueco, volver a acelerar... En ocasiones me sale mi vena más raquera y me dan ganas de gritarles: "¡¡Vamos hijo/a!! Que parece que vas pisando huevos, ¡¡hombre ya!!".

Los paseadores
De perros, de cochecitos de bebé, de ancianitos/as en sillas de ruedas, de lo que se os ocurra. Son peligrosos. No porque se asemejen a los tortuga en su ritmo, sino porque las correas de los perros son largas y los perros se cruzan, porque las sillas de ruedas hacen extraños y se giran de pronto, porque las mamás y papás con los cochecitos deciden que por ahí no y cambian de rumbo sin avisar. Y claro, o vas tú con más ojos que una abeja y haciendo fintas como un torero o colisionas contra el objeto de turno. Y en ese caso, siempre, siempre tienes tú las de perder. 

Los caminantes robots
Aquí entran o los que van siempre por la calle hablando por el móvil o los que van escuchando música en su mp3. Yo entro dentro de esta categoría. Soy de las del mp3. He probado a escuchar la ciudad y francamente, sus sonidos son tan horriblemente estridentes que ésta pierde todo su encanto, así que prefiero ponerle mi propia banda sonora y descubrir la ciudad con otro prisma. Eso sí, con precauciones. Nunca a un volumen ensordecedor, que me evite escuchar cualquier aviso de peligro. Pongo extremado cuidado de mirar, varias veces, a ambos lados, antes de pasar por pasos de cebra porque aún soy demasiado joven para morir atropellada. E intento caminar recto y por los laterales, para que si viene una bicicleta o un caminante AVE no me catalogue, en seguida, de caminante tortuga. Soy consciente de que, vistos desde fuera, los caminantes robots parecemos seres alienados que han perdido el contacto con la realidad y que no se enteran de una, o, lo que es peor, idiotas que gesticulan, mueven los labios e incluso bailotean con el cuerpo como si estuvieran en la cocina de su casa. Pero no hay color entre pasear con música como si fueras la protagonista de una película o hacerlo con el ruido de los coches, los gritos de la gente (que es que somos unos verduleros), los cláxones, la música reggetonera del chulo de turno...

Los buscadores de caracoles
Estos caminantes siempre miran hacia el suelo, como si estuvieran buscando caracoles o alguna moneda despistada. Que queréis que os diga, a mi éstos me dan mal rollo. Primero porque me gusta que me miren a la cara, que si no parece que están tramando algo. Y segundo porque son peores que los caminantes robots. No se enteran de nada. Alguna vez he visto cómo venía un buscador de caracoles de frente, directamente hacia mí y he decidido aguantar a ver si se apartaba o no. Pues no, o te apartas tú o el encontronazo es inevitable. Bueno, el encontronazo y la bronca que te echa el buscador porque es que no miras por donde vas. 

En fin, que es muy bonito caminar, y muy sano, y muy relajante, y muy inspirador, y que si no lo es, el hacerlo por la ciudad debiera ser una de las pruebas a pasar en cualquier curso que se precie de "Visión, reflejos y estrategia".

2 comentarios:

  1. Hola Moehba, te escribo por que me ha gustado mucho tu "estudio" sobre los diferentes tipos de caminantes, pero desgraciadamente al llegar a los, caminantes robots, me he llevado una pequeña desilusión, ya que si hasta ese momento, estaba totalmente de acuerdo contigo, al leer que prefieres poner "tu propia banda sonora a la ciudad", creo que cometes un error, ya que estas distorsionando totalmente la realidad de dicha ciudad, pueblo o, cualquiera el que sea el lugar que estés visitando, y de ese modo te pierdes dos cosas muy importantes......., la primera, la verdadera realidad del lugar, ya que estar en un sitio nuevo, y, solo verlo, sin oírlo, es como, conocer a una persona, y quedarte plantado delante de ella, sin mediar palabra, ni articular gesto. Podrías hacer una justa valoración de dicha persona?, yo creo que no, harías una valoración (deporte este, nacional por otra parte, me refiero al de pre-juzgar a la gente y que tanto odio, pero este tema si quieres le tratamos otro día, vale?), pero no seria justa, ya que te faltarían datos vitales. Y en segundo lugar, te perderías una cosa que a mi me encanta hacer cuando visito un lugar, y sea por primera, segunda o décimo quinta vez, y es, sentarme un rato en un banco de una calle, y escuchar a lo mas importante que tiene una ciudad, un pueblo o cualquier lugar, y que son......, sus gentes.
    Me gustaría poder extenderme mucho mas, pero desgraciadamente, no puedo este momento, en cualquier caso, gracias por compartir parte de tu " vida" con los demás .
    Un abrazo.

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    1. Hola Anónimo,

      Estoy de acuerdo contigo en que a la ciudad no sólo hay que verla, sino también oírla para conocerla a fondo. Y cuando viajo (ya sea con compañía o sola) le dedico mis seis sentidos al lugar que visito e intento establecer contacto con los lugareños, porque como muy bien dices son lo más importante de cualquier localidad. Pero este "sesudo análisis" lo he hecho en mi caminar diario de casa al trabajo y vuelta. Por mucho que intente innovar en el recorrido, la verdad es que no son tantos los caminos que llevan a Roma, así que he llegado a conocerlo tan bien que creo que podría hacerlo hasta con los ojos cerrados. Durante un tiempo me dediqué a escuchar, pero debo de ser un poco asilvestrada porque la verdad es que en ocasiones la ciudad me anega el oído impidiéndome disfrutar del paseo.

      Voy a utilizar tu metáfora sobre la mejor forma de conocer a una persona. Imagínate a un ser papagáyico, de esos que hablan y hablan y hablan, con las palabras saliendo de su boca como el agua de una presa recién abierta. ¿Es escuchando lo que dice la mejor forma de conocerla?, ¿o quizás si desconectas de su verborrea puedes centrar el resto de tus sentidos para poder descubrir otras facetas? Cómo huele, cómo se mueve, cómo gesticula... En estas últimas semanas estoy descubriendo el camino hacia el trabajo a través de los olores y me está encantando.

      Gracias por dedicar tu tiempo a leerme. Espero que te guste y que te animes a comentar más a menudo. Siempre es un placer recibir las opiniones de los demás y, sobre todo, si son tan acertadas como las tuyas.

      Un abrazo.

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