26 mayo 2012

Robando voy, robando vengo, y por el camino...

Debiera de estar enfadada, indignada, echando chispas, que trino. Pues no, es una pena, pero la indignación viene con la sorpresa y la verdad es que cada vez me cuesta más sorprenderme con las calamidades e injusticias que pasan y que me pasan. Estoy en plan de aceptación no sumisa. No quiero que la fuerza se me escape por la boca, así que intento utilizar toda mi energía en solucionar el problema en vez de poner el grito en el cielo. No sé cuánto me va a durar esta etapa zen, pero lamento decir que supongo que no mucho.

Todo se remonta al 4 de octubre del año pasado, cuando recibo una carta de Movistar informándome de que debido a que no estoy pagando las facturas de mi móvil procederán a cortarme el servicio. ¡Qué raro, si no tengo ningún recibo devuelto! Miro el número al cual se refieren y veo que no es el mío ni ninguno que yo conozca. Miro el número de cuenta al que me envían los cargos y veo que no solo no es la mía sino que es de un banco en el que no tengo cuenta. Así que me digo, un error. Le puede pasar a cualquiera. Y llamo. 

Qué puedo contar del servicio de atención al cliente de las compañías de telefonía móvil que no sepáis ya. Ya querría yo ver dónde queda la calma del Maestro Yoda si tuviera que enfrentarse a uno de esos. Eso sí que da miedo y no el Darth Vader ese. En fin, para no hacerlo muy largo, que la tipa se empeñaba en decirme que si quería dar de baja la línea y yo diciendo que la línea no era mía y que lo único que quería es que dejaran de enviarme cartas. ¿Pero usted qué quiere?, ¿poner una reclamación? Pues mire, sí, ya que estamos, sí. Quiero poner una reclamación. Y la pongo. Y me olvido del tema. Durante una semana. Que es lo que tarda en llegarme otra carta reclamando lo mismo, pero con más dinero.

Vuelvo a llamar. Le cuento el rollo a cien mil señoritas y señoritos. Le digo que ya puse una reclamación. ¿Ah sí? Pues en el sistema no nos consta. ¡¿Qué?! "·$&·$/%/·#@/. Mire, pues haga que conste ahora mismo y me da el número de reclamación para que yo sepa que consta. Pero, no quiere... Lo que quiero es que me ponga la reclamación y que no me vuelvan a mandar nada. Sí, sí, no se preocupe, que ya se lo arreglo todo. Ya no le volverá a llegar nada.

Unos días después en el correo aparece una carta de un bufete de abogados de Madrid en el que me dice que o pago o toman acciones legales contra mí (en Blogger no hay emoticonos, pero aquí encajaba perfectamente el de ¡no me lo puedo creer!). Llamo al bufete y les explico lo que me pasa y los trámites que he hecho. La chica que me atiende me dice que llame a Movistar y que pida un número de anulación de facturas y que con eso ya me lo arreglan, porque si no entro en la lista de morosos. Así que vuelvo a llamar. Pido hablar con un superior. Nunca hay un superior. Está ocupado. Me dice que le atienda yo. Sí, le paso, y te cuelgan el teléfono. Así que al final decido hacerle la pelota a la siguiente telefonista.

Holaaaaa, buenas tardes. Mira, tengo un problema pero seguro que TÚ me lo puedes solucionar. Claro, claro, dígame en qué puedo ayudarla. Bla, bla, bla, bla, bla, bla. Y acabo teniendo un número de anulación de facturas y de baja de la línea, porque ¡huy, qué raro, pero no tengo ningún documento en el que conste el alta de línea! Síiiii, rarísimo. Bueno, con esto ya estaría todo solucionado, ya no le va a volver a llegar ninguna notificación más. Me vas a disculpar que no te crea pero es que dos compañeros tuyos me dijeron lo mismo antes y mira cómo estamos. No, no, en serio, ya está todo solucionado. Llamo al bufete de abogados, les doy el numerito de marras y respiro tranquila. Hasta este jueves.

Siete meses después me llega otra carta. Esta vez de un bufete de abogados de Barcelona, reclamándome por el mismo número y amenazando, de nuevo, con tomar acciones legales. Como era justo la hora en la que no atendían al teléfono llamo, por enésima vez, a Movistar. Le cuento toda la pelota y le pregunto que cómo es posible que me reclamen dinero después de tanto tiempo y de haber dado de baja la línea, y que, además, me parece muy curioso que tengan mi dirección para enviarme amenazas pero no las facturas. Es que, verá, esta factura se originó en diciembre, porque las facturas son bimensuales (¿en serio? a mi me llegan cada mes). Pero no se preocupe (menos mal que no debo preocuparme) porque yo le voy a anular esta factura y todo está solucionado (no sé si estoy teniendo un déjà vu, si esto es una grabación o simplemente una pesadilla al estilo de Atrapado en el tiempo). Le llegará al móvil un sms con el número de reclamación. Sí, sí, dígamelo usted también, por si acaso, que ya sabe cómo funcionan estar compañías de telefonía.

Con todo esto en la mano llamo al bufete de abogados. Se pone una señorita bastante borde que después de exponer los hechos me dice con un tonito de maestra de escuela: bueno, ¿y qué va a hacer usted? Pues mire, yo le voy a explicar y bla, bla, bla, bla. No me cuente más, me corta. Vaya ahora mismo a la policía y haga una denuncia por suplantación de identidad y fraude. No es el primer caso. Para cobrar comisión dan de alta un número ficticio con datos cogidos al azar, en este caso los suyos y probablemente los bancarios de otra persona. No le envían facturas porque no se están generando y no dan de baja la línea porque necesitan una confirmación por escrito (bueno, usted ya sabe lo farragoso que es que le den a uno de baja una línea). Ponga una denuncia en la policía y me la envía, porque si no, esto no se va a acabar nunca.

Así que ayer fui a la policía a poner la denuncia. Todo bien, el tipo no era la alegría de la huerta, pero era muy eficiente, que no es poco. Y además, me aconsejó que ponga una reclamación en la organización de consumidores, porque esto de ir por la vía penal no le va a dar muchos frutos (yo no quiero frutos, quiero que el árbol se muera, se evapore, se desintegre). Muchas gracias, el lunes pongo la reclamación, eso ni lo dude. Y eso es lo que haré el lunes, porque en plenos exámenes, qué otra cosa puedo hacer para llenar todo el tiempo libre que tengo que pelearme con todo hijo de vecino, dar más vueltas que una peonza y agotar mi energía como si fuera el personaje de un videojuego. 

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