Anda, que si antes hablo... Me encanta que me demuestren que estoy equivocada, sobre todo cuando se trata de pensamientos negativos. Después de contar que no tenía feeling con Pamplona y que me sentía fuera de lugar, aparecen tres amigos que me demuestran que es posible que modifique esa actitud.
El primero fue Cabrilla, que me propuso llevarme a conocer lugares especiales para él.
La propuesta: salida al campo con barbacoa incluida.
10 de marzo
- 10:30 hrs.
Me pasa a recoger por casa (como una princesa), pese a que vive fuera de Pamplona y para llegar al sitio elegido tenía que volver sobre sus pasos. Como nunca, me había quedado leyendo en la cama y... claro, se me echó el tiempo encima. Resultado: dos llamadas de Mr. Puntual para saber por qué llegaba tarde.
-10:45 hrs.
Por fin bajo. Comentario, de "llegando tarde como todas las mujeres". El comentario un poco desatinado, pero como tenía razón en lo de llegar tarde pues, en boca cerrada no entran moscas. Intento explicarme. Es que andaba preparando la bolsa de la comida, te va a encantar lo que llevo. Me corta. No te preocupes, no hay prisa. Vale.
- 11:30 hrs.
Primera parada. Usún, un pueblecito cerca de la Foz de Arbayún, donde íbamos. Día soleado y no muy frío, caminata ligera, fotos a diestro y siniestro, buena conversación, un perro majísimo que nos acompañó parte del camino y llegamos a La Canaleta, un conducto para trasladar agua desde la foz hasta Lumbier, que tiene 11 km. y que fue construido en 1928. Seguimos la canaleta, primero entre bosques, qué bonito, qué bucólico, qué paz, qué bien se respira... Y llegamos, de pronto, a una puerta. Parece la puerta de Jurassic Park, me dice Cabrilla. Más bien la puerta al Inframundo, pienso yo.
De pronto el bosque desaparece y comienza a aparecer roca por todos lados, con unos hierbajos aquí y allá. El camino se estrecha y llegamos a una parte donde está la canaleta a mano derecha (con un cable para amarrar arneses), un camino de apenas 50 cm. y un acantilado de más de 200 m. donde no existe ningún tipo de protección que te quite la idea de que vas a caer al vacío y morir golpeándote contra las piedras y rompiéndote todos los huesos de tu cuerpo. Hay que andar agachados porque aunque la roca está excavada, el techo está a un metro y medio, más o menos. Me voy agarrando al cable con la mano, la cámara dándome en el muslo, concentrada en el suelo para no tropezar y Cabrilla dice: "sentémonos aquí para que puedas admirar las vistas". Nos sentamos, miro por donde hemos venido y un vértigo me inunda completamente, el miedo me atenaza y me veo despeñada al fondo del barranco, flotando en las aguas del Río Salazar.
Cabrilla me empieza a hablar de buitres leonados, "mira, hay como media docena planeando allí arriba". Claro, pienso yo, se han enterado de que soy torpe de narices y están esperando a que me despeñe para lanzarse en picado y comer mis restos. Cabrilla sigue hablando, pero tengo que admitir que no le presto mucha atención. ¿Qué hacer, qué hacer? Saco la cámara y me pongo a hacer fotos. A través del visor la realidad parece menos realidad. Y mi mente se va a los fotógrafos de guerra que mirando por el objetivo se evaden de la violencia que les rodea. Me da una paz estar aquí - dice Cabrilla despertándome de mi ensimismamiento. ¿A ti no? ¿Me hago la dura, la valiente y le digo que sí? Nahhh, no se lo cree ni de broma, debo de tener una cara de miedo que asusta. Pues mira no, paz y tranquilidad no son las palabras que me vienen ahora mismo a la cabeza. Empiezo otra vez a sentir como que el suelo se mueve y yo me voy a caer, así que me agarro con fuerza al cable que tengo bajo mi culo. Empiezo a pensar en cómo me voy a levantar sin resbalarme y despeñarme cuando Cabrilla dice, seguimos ¿no?
Intento pensar en otra cosa mientras me levanto (bueno, más o menos, porque para poder agarrarme al cable de marras tenía que ir encorvada cual viejecica jorobada) y continuo porque veo el final a pocos metros. Por fin llego a sitio seguro y miro hacia atrás, por donde hemos pasado. ¡Glup! Me pongo a sacar fotos otra vez, porque esto hay que documentarlo para la posteridad. Mi respiración empieza a pasar de presto a allegro, pero la alegría dura poco. Bueno, volvemos ¿no? pregunta animadamente Cabrilla. ¿Por dónde? Pregunto yo con desconfianza. Pues por aquí, por donde hemos venido. ¡¿¿¿¡¡¡¡Qué!!!!???! ¿Que tengo que volver a pasar por ahí pero ahora agarrada con la mano izquierda (soy diestra y aunque nunca he dudado de mi mano izquierda nunca es tarde para empezar), con la bolsa de la cámara dándome en el muslo y viendo el acantilado a la derecha (los acantilados son como los periódicos, te fijas antes en la página par (la de la derecha) que en la impar)? Si me odias habérmelo dicho tranquilamente en el coche y aquí paz y después gloria, ¡pero no me tortures, por favor!
Cabrilla haciendo honor a su nombre comienza a caminar sin agarrarse, diciéndome que lo del vértigo es psicológico, yo intentando acordarme de alguna canción para tararear, me llega a la mente la de Ai se eu te pego, que odio a muerte. Juro y perjuro internamente y le echo mil maldiciones a Michel Teló y a mis vecinos de abajo. Cuando me quiero dar cuenta ya he llegado a terreno seguro y pienso que al final tendré que mandarle hasta una cesta de frutas y todo al Teló.
Bajamos en un visto y no visto y por el camino yo cotorreando "me ha encantado" (que es verdad), "tengo que decirle a R. que venga, le va a fascinar, que ella es mucho de descenso de barrancos y esas cosas". Cabrilla sonríe beatíficamente y yo sé que se ha dado perfectamente cuenta de que estaba acojonada pero como es un caballero ha hecho como que no se ha dado cuenta. Cuando llegamos al coche son las 2 de la tarde y es hora de ir a preparar la barbacoa.
Como veo que esto se me está haciendo largo, mañana sigo con el relato de mi día aventurero.
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