Hoy estoy que trino, que no doy crédito, estupefacta, anonadada, cabreada y en plan radical. Que sí, que ya lo sé, que la lengua es dinámica, que evoluciona con la sociedad, que tampoco hay que ponerse así por una faltilla de nada. Pues sí, me pongo, me pongo. Porque estoy harta de que me sangren los ojos, porque hay veces que para entender un texto tengo que leerlo y releerlo, porque de tanto ver palabras mal escritas comienzo, incluso, a dudar sobre su correcta grafía.
Cuando vivía en Chile me moría de la risa y de la confusión, porque, de pronto, te encontrabas con carteles en los que se anunciaba el pez de turno "pezcado en el oseano pasífico". Llegas con tu prepotencia europea y piensas, quizás no han tenido la educación que tuve yo y por eso ponen esas faltas de ortografía. Nada más lejos de la realidad. Cuando me fui a vivir a Ecuador ya empecé a mosquearme, porque trabajando en Naciones Unidas me encontraba con cosas similares, pero escritas por licenciados de prestigiosísimas universidades con tropecientos mil másteres y cum laudes y yo que sé que más mandangas. La gente me decía: pues no sé por qué le pones tanto color al asunto, si cuando lo lees da igual. Pues dará igual para ti y para la gente que sesea, pero no para mí, que cuando hablo distingo la ces de las eses y como tú trabajas para Naciones Unidas que es a nivel global tendrás que escribir correctamente. Y punto.
Hace casi quince años el archipremiado y laureado Gabriel García Márquez soltó esta perla en el discurso inaugural del Primer Congreso Internacional de la Lengua Española en Zacatecas, México:
"(...) Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?"
Que no, hombre, que no. Consejos vendo para mí no tengo. Que me va a perdonar señor García Márquez, pero que usted no se ha hecho famoso ni ha ganado el Premio Nobel de Literatura por escribir como le sale del tolondrín. Que usted ya sabe que escribir bien es más que contar bellas historias con metáforas evocadoras. Es elegir las palabras exactas y unirlas armónicamente. Que un libro maravilloso plagado de faltas de ortografía no se lo lee nadie. Es como ver una película con un elenco excelente, un guión brillante y una fotografía deslumbradora, pero con un cámara que se pone a hacer el saltimbanqui y te mueve el plano cada dos por tres. Que marea, confunde, cansa y finalmente enoja y le dices que te den a la película, al director y, sobre todo, al cámara de las narices.
Y todo esto viene a dos sucesos que han acaecido hoy. El primero es el hecho de que una licenciada de educación primaria, educadora de las jóvenes generaciones que comienzan a familiarizarse con el lenguaje escrito y leído, me haya dejado una nota, escrita a mano, donde pone "estube" y "tube" en el mismo párrafo. Que si me encuentro sólo una y escrita a ordenador puedo pensar que, es un fastidio, lo sé, pero en el teclado qwerty, que usamos todos, la b y la v están dadas de la mano, y un error de pulsación lo puede tener cualquiera. Pero escritas a mano, y una detrás de otra, me dice que la chica no sabe cómo se escriben y me hace preguntarme cómo demonios sacó la carrera, en qué estaban pensando sus profesores y, sobre todo, qué clase de educación lingüística y de qué calidad va a dar a sus alumnos.
El segundo suceso viene de la mano de un chico de 4º de la ESO (para los de mi generación estoy hablando de un 2º de BUP) al que le doy clase de lengua. El chico viene obsesionado con el análisis sintáctico, las oraciones subordinadas sustantivas de complemento del nombre, los atributos, complementos circunstanciales y demás teoría que, seamos sinceros, no sirve para nada en la vida a no ser que te vayas a convertir en profesora de lengua de secundaria. Porque digo yo, la lengua sirve para expresarse, para comunicarse, para el que te escuche y te lea entienda no sólo el continente sino también el contenido de lo transmitido. Este chico obsesionado por la sintaxis escribió "hayer" en una frase. Este chico obsesionado por la sintaxis (obsesión transmitida por su profesora porque a él la sintaxis se la refanfinfla) escribió dos párrafos de diez líneas, para comentar un libro, en el que sólo había puesto dos puntos (uno al final de cada párrafo) y donde no había ni una sola coma ni concordancia entre sujeto y predicado. No importa, no nos mira la redacción, me dice. Apaga y vámonos.
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