Lo que más me gusta de leer es, por un lado que siempre descubro autores maravillosos que son o fueron muy conocidos, pero cuya existencia yo ignoro. Y por otro, que, como en este caso, cuando los libros están basados en hechos reales, descubro historias increíbles que superan cualquier ficción y que me hacen querer saber más.
E.L.Doctorow es un autor estadounidense que nació en el Bronx, en 1931, descendiente de judíos rusos que habían emigrado a EE.UU. un par de generaciones antes. Desde que comenzó a escribir, en 1960, se especializó en plasmar, desde un punto de vista ficticio, diversos hechos y personajes históricos, sin olvidarse de la crítica social. Y lo ha hecho tan bien que ha ganado tropecientos premios, tanto por sus obras como por su trayectoria.
Una de sus novelas más aclamadas es Ragtime, que fue llevada al cine por Milos Forman en 1981 e interpretada por James Cagney, y que a tenor de los reconocimientos que se llevó (8 nominaciones al Óscar, 7 a los Globos de Oro, 1 a los BAFTA e incluso 1 a los Grammy) debe ser muy buena (me la apunto para verla y leerla).
Pero no me quiero ir por las ramas, porque la novela que yo he leído es "Homer y Langley", la última publicada por Doctorow hasta el momento (2009). Se basa en la vida y leyenda de los hermanos Collyer (Homer y Langley), que vivieron, a comienzos del siglo pasado, en una gran mansión de la Quinta Avenida de Nueva York de forma ermitaña, dedicándose a acumular objetos de diversa índole hasta el punto de que murieron sepultados por ellos.
El libro está escrito en primera persona, emulando ser los últimos retazos de memoria del hermano pequeño, Homer, que pasó sus últimos años viviendo en la absoluta oscuridad a causa de una ceguera. A lo largo de su narración, Doctorow aborda todo lo que en su momento se supo de ellos y, sobre todo, lo que se imaginó, racionalizando la acumulación de objetos servibles e inservibles, la casi completa desaparición de la vida social, la ausencia de servicios básicos en la casa (agua y luz principalmente) y los comportamientos extraños de ambos hermanos, de forma tierna, tragicómica y, sobre todo, digna.
Los hermanos Collyer fueron unos de esos personajes, casi mitológicos, que el resto de la sociedad utiliza para burlarse y sentirse más normal, mejor. Y Doctorow, que vivía en Nueva York cuando se descubrieron sus cadáveres, se ha inventado situaciones y sentimientos para poder construir una imagen, de ambos y de sus vidas, que probablemente se parezca más a la realidad que la misma realidad que se publicitó y que ha llegado a nuestros días.
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