11 junio 2013

La tiranía del whatsapp y la memez de los whatsappeantes

Aviso a los navegantes. Este post no va a contar nada nuevo. Es probable que no me salga ni tan siquiera ameno. Esta entrada la escribo para sacar la mala luna que me embarga con el whatsapp y, sobre todo, con el comportamiento de los y las que lo usan. 

Cada día pienso más de diez veces en borrar el programa de mi móvil, en tirar el teléfono a la basura y rescatar algún antiguo zapatófono del baúl de los recuerdos o en bloquear a la mitad de mis contactos. ¿Que por qué no lo hago? Pues no lo sé, no tengo una explicación a eso, más allá de que soy una incoherente y que se me escapa la fuerza por la boca. 

Hay muchas cosas que me crispan de los whatsappeantes, pero como tampoco quiero cargar las tintas dejo un ejemplo de algunas de ellas:  

1.- La ausencia de horarios

Dónde quedó eso de a partir de las 10 de la noche y antes de las 9 de la mañana no se llama a ninguna casa a no ser que sea una urgencia porque lo demás es molestar. Entiendo que haya gente que tenga insomnio y a las 3 de la madrugada, de un día entre semana, esté deambulando por el mundo más fresca que una lechuga.  También entiendo que haya gente que por trabajo o por placer (bueno, esto último no lo entiendo) se levante, a las 6 de la mañana, con las gallinas, pero ¿es necesario que manden whatsapps con vídeos o fotos chorras o para confirmar la cita de las 8 de la tarde a esas horas intempestivas? 

Absolutamente no. 

Lo más curioso es que cuando me quejo de esto la gente me contesta: "Pues ponlo en silencio o apaga el móvil". No, si al final la culpa será mía. Pues a lo mejor me paso por la puerta de tu casa a las 4 de la madrugada todos los días, a tocar el timbre, y cuando te quejes y te molestes yo te digo:  "Pues corta la electricidad". Ridículo, ¿no? Pues eso. No quiero que nadie me vuelva a mandar ningún puñetero whatsapp más tarde de las 11 de la noche ni más pronto de las 9 de la mañana, a no ser que sea una urgencia o fin de semana y la otra persona sepa, a ciencia cierta, que estoy por ahí de fiesta. He dicho. 

2.- El teléfono escacharrado

No sé si llamáis así a ese juego tan divertido al que, al menos yo, jugaba de niña. Es ese en el que un grupo de personas se ponen en círculo y se van trasmitiendo una frase al oído y la frase que resulta al final es absurdamente opuesta a la dicha al inicio. Bueno, pues mucha tecnología, muchos satélites, ondas y lo que queráis, pero los mensajes de whatsapp acaban siendo como mensajes del teléfono escacharrado. Entre lo "bien" que funcionan las pantallas táctiles de los móviles, que algunas personas no tienen dedos sino salchichas, el maldito corrector que te cambia o directamente se inventa las palabras y que la gente ha decidido que escribir las palabras enteras y correctamente es muy aburrido, es más complicado leer un mensaje de whatsapp que ver una película en codificado en Canal +. Si no os contesto a los mensajes, podéis empezar a pensar que es porque no he entendido la pregunta. Es probable que no os equivoquéis. 

3.- El arte de no decir nada

Hay gente que tiene la extraordinaria capacidad de apabullar al personal con cientos de mensajes, sin decir nada, o al menos nada mínimamente interesante. Fotos del hijo/a, sobrino/a, mascota en todas las posturas y situaciones imaginables, fotos del plato que se van a comer o que ya se comieron, de la cerveza o combinado que se van a beber o que ya se bebieron, fotos de lo bien que se lo están pasando en el concierto de fulano, de marcha con mengano o en la boda de zutano (que digo yo,  que tan bien no se lo estarán pasando si están más preocupados de sacar la foto y mandarla por whatsapp que de disfrutar del momento), vídeos tontos de caídas, chistes o simplemente de mal gusto que ya viste en facebook, en twitter, en el correo electrónico e incluso en otros whatsapps que ya te mandaron, frases de buenos días, buenas tardes, buenas noches, buenas madrugadas, buenas mediastardes, información detallada de lo que hacen en cada segundo del día... que me importa un huevo si te has levantado y te has quitado una legaña o si estás en el supermercado a punto de comprar mahonesa. NO me lo cuentes. NO me interesa. 

4.- La dilatación de la inmediatez

Odio, repito ODIO que me manden un whatsapp preguntándome qué tal estoy y cuando contesto con el típico bien, ¿y tú?, la otra persona tarde horas en contestarme (curiosamente la respuesta suele llegar entre las 11 de la noche y las 9 de la mañana). Si no puedes o no te apetece hablar conmigo, ¿para qué narices me escribes y me preguntas? Escribidme si tenéis algo que comunicarme, si queréis o necesitáis hablar conmigo o si queréis preguntarme algo y conocer la respuesta. Para todo lo demás, no estoy disponible, así que olvidadme e ir a molestar a otro móvil. 

5.- Más vale llamada en mano que mensajes volando

No me voy a meter en el bardal de hablar de que cada vez es más difícil que reciba una llamada al móvil que no sea de una compañía de telefonía (habitualmente no con la que yo tengo contrato), porque ya sé que la gente prefiere mandar un whatsapp a hablar en vivo y en directo, porque son gratis y bla bla bla, pero que digo yo, que si la que llama soy yo, ergo la que se va a gastar el dinero soy yo, por qué no me coges el teléfono y sin embargo no paras de mandarme mensajes a través de este programa infernal. La última fue de una amiga de hace décadas. Llega su cumpleaños y la llamo. No me coge el teléfono. Estará ocupada, me digo. Voy a mandarle un whatsapp para felicitarla no vaya a ser que luego me olvide de llamarla. A los diez segundos de enviar el mensaje recibo uno de ella diciéndome Muchas gracias. Aquí en el blog no hay emoticonos de esos, pero ahora mismo me vendría de perlas una de esas caras de estupefacción. ¿Te pillo ocupada? le pregunto. No, ando aquí tomando un café con una amiga. ¡Ah! Es que te acabo de llamar para felicitarte y no me has cogido. ¡Huy, pues no lo he oído! ¡Yaaaa, clarooooo, la llamada no la has oído, pero el pitido de haber recibido un whatsapp ha sonado como una bocina! Vamos que qué guay que ahora tengamos tantas formas de comunicarnos para hablar cada vez menos y de más tonterías. 

En agosto se me acaba la gratuidad del whatsapp. Creo que va a ser el momento y la excusa perfecta para prescindir de ese "servicio" que tan poco servicio me hace y tan de mala leche me pone. 

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