Segunda novela de la primera mitad del S. XX, El tiempo de los emperadores extraños del ovetense Ignacio del Valle. Ignacio, chiquillo, qué joven, qué guapo y cuánto has escrito. Que sepas que siento una punzada de envidia cada vez que lo pienso. Pero de la sana, que conste.
El hecho de que la novela esté ambientada en la II Guerra Mundial es una cuestión secundaria, porque tal como yo lo veo del Valle la podría haber ambientado en cualquier momento del siglo pasado (e incluso de éste) y hubiera funcionado.
A grandes rasgos os diré que la novela va, principalmente, de asesinatos y de un detective improvisado. Tiene lugar en el invierno de 1943, en la División Azul destinada en el frente de Leningrado. En un lago congelado (con -30 grados de temperatura para no congelarse) aparecen un montón de cabezas de caballo y un soldado español con la garganta rajada y una frase grabada en el pecho que dice "Mira que te mira Dios". El soldado al que le encargan vigile el cadáver, Arturo Andrade, resulta que antes era un teniente que cayó en desgracia y es muy avispado, así que los superiores le piden que investigue quién es el asesino. Y claro, después de un asesinato viene otro y la cosa se va enredando.
No es que no me haya gustado el libro, que sí, que es entretenido y tiene momentos y frases memorables, pero no sé por qué, es uno de estos libros que me dejan un poso amargo. Después se va y se me quedará el dulzor en las papilas. Pero eso será luego. Por ahora cuento lo que me ha amargado.
La jerigonza mezclada con el lenguaje más cuidado me ha chirriado. Primero porque no está delimitada en jerigonza a los diálogos de los soldados y la prosa más formal a la narración, sino que del Valle a veces mete palabros en mitad de la narración que, para mí no sólo no pintan nada sino que además me hacen considerar el libro menos serio (quién sabe, quizás esa era su intención). Y segundo porque yo no viví en esa época y del Valle se habrá documentado, por lo que seguro que me equivoco, pero la jerga y los coloquialismos que usan los soldados suenan demasiado actuales. Por poner un ejemplo uno de los soldados se admira por el "buga" que tiene. Buga viene de Enrico Bugatti, un empresario automovilístico italiano que comercializó coches durante la primera mitad del S. XX. No sé si la derivación ya existía en 1943, pero que un soldado de un pueblo recóndito de la provincia de Burgos use esa expresión, me resulta chocante. Mi abuelo, que podría haber luchado en la II Guerra Mundial no utilizó esa expresión en su vida.
Yo no soy nada de logias, organizaciones secretas, ritos satánicos ni nada parecido. De hecho me parecen paparruchadas, por eso el hecho de que meta a la masonería por medio (afortunadamente no como complots oscurantistas ni nada parecido) ha hecho que para mí el libro perdiera puntos.
Arturo Andrade me tenía más o menos cautivada con sus ideas derechistas no desquiciadas ni radicales, con sus limitaciones, dudas, momentos brillantes, vamos, como cualquier tipo. Pero de pronto hace algo, en la página 267 y me pierde. Alguno podría decir que lo que hizo lo podría hacer cualquier tipo, pero yo no estaría de acuerdo. No sé si las mentes masculinas son tan retorcidas (aunque algunos dirían simples), pero si lo son, me alegro de ser mujer. No cuento más porque no quiero destripar la cosa.
Y aquí me surge una pregunta de estas idiotas que tengo yo a veces. Si España está plagadísima de González, García, Fernández, López, Pérez y demás ez, por qué la literatura española está llena de Andrades, Estradas, Navajas, Chamorros, Mendozas, Bevilacquas, Quirogas o Carranzas. ¿Por qué no puede haber una investigadora que se llame Laura Fernández o una víctima llamada José Antonio López? Acaso las personas que tenemos apellidos normales y corrientes no somos merecedoras de protagonizar una novela? Sin más. Sólo una reflexión.
Me ha gustado el ritmo de los diálogos, la chispa que hay debajo. Me ha gustado que haya decidido centrarlo en un batallón de la División Azul, de la que no sabía mucho, la verdad. Me han gustado algunas de las reflexiones que se hacen los protagonistas. Hay cosas que sí me han gustado.
Y para los cinéfilos descubriros (por si no lo sabíais) que la novela fue llevada a la gran pantalla por Gerardo Herrero y protagonizada, entre otros por Juan Diego Botto y Carmelo Gómez, bajo el nombre Silencio en la nieve. No la he visto, pero por el tráiler parece que sigue muy de cerca tanto el argumento como la estética de la novela.
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