Creo que voy a tener que comprarme una tele. Porque claro, domingo, 9 de la tarde, es de noche, llueve, la casa recogida, no tengo tele, ¿qué hago? Me meto en la cama y leo. Y leo, y leo, y leo, hasta que me acabo el maldito libro a las dos de la mañana.
Salto a la literatura nacional, y, más concretamente, a la literatura de mi tierra de adopción, Navarra. Aunque la autora sea guipuzcoana. El guardián invisible es el primer libro de una trilogía de la inspectora de policía Amaia Salazar, que tras muchos años vuelve a su pueblo, Elizondo, en mitad del Valle del Baztán, a investigar los asesinatos de unas adolescentes.
Además de las complicaciones propias de cualquier investigación policial que se precie, Salazar se enfrenta a su familia y a los fantasmas del pasado. Todo esto mezclado con mucha mitología pagana, en plan brujas, homínidos que cuidan del bosque, hadas, etc... Porque los crímenes no sólo pasan en Vermont o en el Condado de Sadelshire de Inglaterra, también los hay patrios y para que vendan tienen que tener algo especial.
El libro se lee fácil y la verdad es que leer sobre un lugar que se conoce siempre gusta más, pero, y aquí viene el pero, hay tres cosas que me han chirriado un poco del libro.
La primera es que en la página 50 ya sabía quién era el asesino y eso a mí no me pasa casi nunca, que no soy yo muy intuitiva para temas criminales. ¿Suerte por mi parte o el libro es previsible?
La segunda es que creo que Redondo se ha pasado un poco recreando la vida de la inspectora. Un pasado trágico y un marido perfecto en contraposición a sus dos hermanas con una infancia tranquila y unos maridos para llorar. ¿Se trata de una cosa kármica? Un ambiente de trabajo que navega entre el odio absoluto de algunos de sus compañeros y el amor y fidelidad incondicional de otros. No sé, todo muy extremo en mi opinión.
La tercera es que sí, la vida en el Baztán antiguamente tenía que ser un infierno, por lo que sus habitantes debían de ser muy duros para sobrevivir, pero vamos, que Redondo los describe casi como héroes/heroínas sin nombre. Y los describe y los describe, porque no cabe duda de que Redondo tiene una admiración sin límite por los baztaneses. Y no digo yo que no fueran excepcionales, pero ¡vamos! como casi todos los habitantes del norte de España, que tuvieron que soportar el mismo frío, humedad, inviernos eternos, pobreza, hambre...
Por lo demás bien, ha cumplido su cometido que es el de entretener.
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