Parecía que no iba a llegar nunca el día pero por fin llegué a Santiago.
Pero no me voy a adelantar os contaré cómo me fue el viaje y la llegada.
El viaje a Madrid fue muy rápido y caluroso. Cuando llegué a la terminal 4 famosa y vi en qué puerta embarcaba agradecí tener más de dos horas de espera, porque era casi la última puerta de la terminal y tardé casi media hora en llegar cogiendo el tren y todo.
A la hora de embarcar nos hicieron esperar porque primero embarcan los de primera clase, después las familias con niños y luego va según el número de asiento que tengas. Cuando me tocó mi turno resultó que mi asiento estaba ocupado por una familia que amablemente me pidió que les cediera el asiento para su hijo a cambio del suyo. Llegó un simpatico azafato, Mauricio, que me llevó la bolsa mientras se deshacía en disculpas. El asiento que me tocó era de vicio, porque estaba en la primera fila y podías estirar las piernas, lo que en un viaje de casi catorce horas es una bendición. Pero la suerte no me acompañaba ese día. Mauricio volvió con más excusas pidiéndome que si le podía cambiar el asiento a un señor que medía 2 metros y que no cabía en el suyo. Y yo me dije: "Allá donde fueras, haz lo que vieras". Así que por supuesto le cambié el sitio. Otra vez con la maleta a cuestas (no llevéis equipaje de mano pesado, os arrepentiréis) hacia la parte de atrás del avión. Cuando vi el asiento que me tocaba me arrepentí de haber aceptado, porque apenas podía meter las piernas y mido 1,56 m.
Parecía que los habían puesto provisionales, tenían unas bandejas más pequeñas que los demás y como en la fila éramos tres y los de delante cuatro pues las pantallitas de televisión nos quedaban reviradas. Menos mal que puede hablar con Jorge, un argentino de Mendoza muy simpático, salvó el viaje.
Me estuve riendo un rato porque las películas estaban dobladas al chileno y oir a Jim Carrey hablando con acento chileno os juro que no tiene desperdicio. Otro de los inconvenientes de estar en la parte de atrás del avión es que comes el último, porque la comida, tengo que decir que dentro que era de avión no estaba mal.
Bueno, que apenas dormí y con mucho dolor de piernas porque a pesar de que me levanté varias veces se me dormían de no moverlas. Pero como soy una señorita, cuando al bajar del avión Mauricio me preguntó qué tal había pasado el viaje yo le contesté que muy cómoda.
Sabía que era invierno, pero al bajar del avión noté que apenas había amanecido, hacía 4º de temperatura y una niebla que no se veía nada. No muy halagüeño. Tengo una queja y es el tiempo que se tarda en pasar inmigración, casi una hora, con lo que cuando fui a buscar las maletas las haían depositado fuera de la cinta. Un caos.
Luego tuve un pequeño problema para encontrar a la persona que me iba a buscar pero al final lo arreglamos. Una advertencia. En el aeropuerto, al menos con las mujeres, vienen muchso hombres ofreciéndote ayuda en principio desinteresada, pero al final hay que dar propina, y no poca. A no ser que no sepáis dónde estáis plantados no la aceptéis.Habla la voz de la experiencia.
Chica, que stress me estás dando... Voy por lo del avión y ya estoy temblando...
ResponderEliminarMucha suerte y recuerdos de Luna y míos...
Besucos.
Jam
Pues no te queda nada Jam,
ResponderEliminary ahora agárrate que aterrizamos.... ;o)