27 marzo 2012

El ataque de la leche asesina

Hola, me llamo Lamb y tengo intolerancia a la lactosa. Intento no pensar demasiado en ello, intento racionalizarlo, asimilarlo, hacerlo parte de mi misma. A veces lo consigo, y otras muchas no. Nací con alergia a la proteína de la leche de vaca. Esto en sí no hubiera sido un problema si no fuera porque no pude recibir lactancia. Pasé un año horrendo (o eso dicen, pues a esa edad quién se acuerda), de entradas y salidas del hospital, de días y noches sin dormir y conmigo, mi pobre madre.

Cuando cumplí un año descubrieron lo que me pasaba y me empezaron a dar una leche adaptada que venía de ultramar. Poco a poco me empezaron a meter, de nuevo, la leche de vaca y acabé tolerándola. A los 20 años dejé de comer, pues los efectos de "algo que me hacía mal" eran tan brutales que me dejaban noqueada desde el segundo uno de digestión. Fui a varios médicos y ninguno me dijo "¡Ah!, ¿has tenido problemas con la leche? Pues espera que va a ser que sigues sin poder tolerarla". No, el problema era que me malalimentaba, que comía demasiado, que eran los nervios... 

Por aquel entonces empecé a oír hablar sobre la intolerancia a la lactosa y me dije "¡a ver si va a ser eso!". Así que dejé de tomar leche (la cual, desgraciadamente me encanta) y el resultado fue inmediato. Todos los dolores estomacales, los vómitos, los retortijones, los granitos, se mitigaron. Volví a ir al médico y le planteé la cuestión, por eso de ser más rigurosa, pues mi observación empírica ya me había dado luz en el asunto, y el galeno, que debía de tener el día cruzado o le habían obligado a recortar gastos, no quiso hacerme las pruebas. 

Volví a tomar leche y volví a sentirme morir, así que haciendo un esfuerzo mental extraordinario determiné que 2+2=4. Ahora, el día que tengo bueno me digo que no es tan grave el asunto. Que hay muchas culturas que viven perfectamente sin la leche. El día que tengo malo, me siento bastante miserable y me pregunto que por qué he ido a nacer en un país donde todo parece estar hecho con leche (aquí, haciendo un poco de autocrítica, me contestaría que si hubiera nacido en un país que no usa la leche no hubiera descubierto nunca mi problema). 

No es sólo la leche. Es también la mantequilla, el queso, los yogures, la nata, los helados (vamos, lo que vienen llamándose sus derivados). Ir a comer a un restaurante es una tortura porque es increíble a lo que le echan alguno de esos productos: a las salsas, a los guisos, a las albóndigas, a las tortillas de patata... y a toooooodos los postres. Y ya ni hablar de los restaurantes italianos. Si vas a comer a casa de un amigo la tortura es para el anfitrión, que se rompe la cabeza pensando en qué hacer y cómo, para no usar productos lácteos. 

Pero la cosa no acaba aquí. Voy al supermercado y, por todas partes, veo el cartel de ¡Cuidado, mina terrestre! El jamón york, el chorizo, el salchichón y básicamente todos los embutidos (a no ser que sean ibéricos), las salchichas, las galletas, cereales, el pan de molde, los chocolates, la mayoría de las salsas, muchas de las conservas, de la comida precongelada, de la preparada... La cesta de la compra se hace cada vez más pequeña. 

Y si esto os parece limitante, qué me diríais si os contara que a muchos medicamentos le echan lactosa para poder hacerlos pastillitas blancas que nos resulten fáciles de tragar. Como, por ejemplo, al ibuprofeno. Me quita el dolor de cabeza y me produce dolor de estómago. Vamos, lo que hace cierta la frase "peor el remedio que la enfermedad". 

Tengo una amiga que es celíaca que dice que su vida se ha visto limitada por su problema con el gluten, pero en el supermercado hay una estantería entera sólo con productos para celíacos, muchas marcas comienzan a poner en sus productos la etiqueta de "gluten free" y tiene un listado de restaurantes a los que sabe que puede acudir sin echarse a temblar. Un día me invitó a comer a su casa y se sorprendió de la cantidad de cosas que no puedo comer y de la poca consideración que los fabricantes de productos tienen hacia las personas que no pueden tomar lácteos. 

¿Y no puedes tomar leche de soja? me pregunta la gente. Pues sí, pero no me gusta. Sabe demasiado fuerte y no puedo tomarla con nada, y lo mismo me pasa con la leche de almendra, con la de arroz, con la de oveja. Tomo yogures de soja, sí, pero aunque no están mal de sabor, la limitada variedad hace que cada vez tome menos. 

Siempre hay una excepción, y porque me ha permitido llevar una vida gastronómica más amplia y satisfactoria tengo que mencionarla. Se trata de Kaiku, una empresa vasco-navarra que sacó hace un par de años la línea morada, de productos sin lactosa (leche, yogures, queso, nata...). Es difícil encontrarlos y son caros, pero a mi me han mejorado la vida. Eso sí, si tienes alergia a la proteína de la leche de vaca, olvídate.

¿Alguien me invita a comer a su casa? 

2 comentarios: