07 diciembre 2013

Blancanieves (y alguna otra) debe morir


Blancanieves debe morir podría ser una de estas novelas de misterio-asesinato que llegan de los fríos polares como el Blizzard o el Aquilón, a pesar de ser alemana. Porque hay asesinatos, hay frío y hay caracteres herméticos y atmósferas como paisajes nevados, que bajo la calma y homogeneidad esconde suciedad y miseria.  

Podría y quizás lo sea, pero sea como sea yo he visto algo más en esta novela cuyo título ya me había enganchado antes de leerla. 

La contraportada de la novela dice:
Un sombrío día de noviembre unos obreros encuentran un esqueleto humano en un antiguo aeródromo del Ejército norteamericano en un pueblo cerca de Frankfurt. Poco después alguien empuja a una mujer desde un puente. La investigación lleva a los comisarios Pia Kirchhoff y Oliver von Bodenstein al pasado: hace muchos años, en la pequeña localidad de Altenhain, desaparecieron dos muchachas sin dejar rastro. Un proceso judicial basado en pruebas circunstanciales hizo que el presunto autor Tobías acabara entre rejas. Ahora éste ha vuelto a su pueblo. La desaparición de otra chica desatará una auténtica caza de brujas.
Más allá de las investigaciones típicas en este tipo de novelas, los secretos del pasado, las luchas internas y externas de los investigadores y las atrocidades que los seres humanos cometemos contra los demás están dos temas que siempre me han interesado.

El primero es por qué tiende a ser verdad el dicho "pueblo pequeño infierno grande", cuando, a priori, la camaradería y la buena voluntad debiera reinar en las pequeñas comunidades en las que la supervivencia depende de la ayuda del prójimo. Caciques, amenazas veladas y explícitas, secretos guardados pese a todo y pese a todos, la realización de un mal individual por un supuesto bien común... Como las esporas vuela de pueblo en pueblo, de país en país y de continente en continente para reproducirse a lo largo y ancho del globo terráqueo. 

El segundo tema es el del enjuiciamiento popular. Una persona comete un delito, o no, es juzgado por la justicia reglada, o no, cumple su condena, o no, pero siempre, siempre, siempre, acaba siendo juzgado por sus vecinos, sus compañeros de trabajo, e incluso sus familiares que le hacen la vida imposible y le recuerdan que es un monstruo o un criminal y que lo seguirá siendo hasta el fin de sus días y ellos no van a cejar en su empeño de recordárselo de todas las maneras posibles. ¿Qué nos hace ser tan poco comprensivos e indulgentes?, ¿nuestros propios errores y faltas?, ¿por qué nos creemos con derecho a juzgar a los demás sin conocer los hechos?, ¿por qué insistimos en expandir nuestra inquina y fijación como si el apoyo de los demás legitimara nuestra actitud y nuestras acciones?, ¿somos conscientes del daño irreparable que este tipo de comportamientos causan en el objeto de nuestro enjuiciamiento?

Pese a todo, y cambiando de tema, Blancanieves debe morir, y La Bella Durmiente y Cenicienta y muchas más "princesas" de cuento, porque su existencia ha hecho, y sigue haciendo, mucho daño a millones de niñas y mujeres a lo largo de la historia. 

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