25 abril 2012

Momentos "tierra trágame"

Desde que volví de Ecuador, La Reina de las Chuches y yo hablamos casi todos los días. Varias veces. Varias horas. En estas largas, pero animadas conversaciones los temas se suceden sin pausa, y lo mismo podemos parlotear de mujeres que adelgazan cuando se quedan embarazadas como de lo zorras que son las compañeras de pececito, que casi le arrancaron la cola a mordiscos, compartir técnicas de estudio entre compañeras de la UNED o recomendar la compra de tal o cual cámara de fotos. 

En ocasiones la conversación se desvía hacia el tema de las relaciones sentimentales, propias y extrañas, desde todas las variantes que se nos ocurren y algunas que nos inventamos. El post de hoy va sobre una de esas perspectivas. La de esos momentos "tierra trágame" e incómodos que sabes que antes o después van a llegar en una relación pero que darías cualquier cosa por que no lo hicieran.

En una escala de 1 a 5 de "tierra trágame", donde 1 es el núcleo central y 5 la superficie terrestre, los momentos son los siguientes:

1.- Momento flatulencia, o como diría La Reina de las Chuches, momento cuesco. Que sí, que yo ya sé que las mujeres no somos robots. Que somos seres humanos con necesidades fisiológicas y reflejos biológicos, pero el momento en el que te tiras el primer pedo de la relación es de los de coger un ascensor ultrasónico que te baje hasta la morada de Hades. Bien es verdad que la situación varía acorde al tipo de ventosidad que regales. Hay tres tipos: 
  • Si es insonora e inodora es como si no la hubieses soltado, así que vuelves a la casilla de salida y aquí no ha pasado nada. 
  • Si el pedo es sonoro pero no aromático puede pasar dos cosas. Que estés en un sitio muy ruidoso y lleno de gente y nadie se entere, por lo que aplica lo del primer tipo y aquí paz y después gloria. O que estéis los dos solos en un espacio más o menos silencioso. En este caso, a no ser que tengas la cara dura de acusarle a él, tu nivel de "tierra trágame" será alto y su duración dependerá, en gran medida, de su reacción. Si se comporta de manera natural, jocoso, e incluso se pone a imitarte, el momento remolacha será breve y puede que incluso cómico. Si, por el contrario, se te queda mirando con cara de "no me puedo creer que te acabes de tirar un pedo" probablemente la relación se termine en ese momento, más que nada porque "Huyy, ¡qué vergüenza! Ahora cómo le miro a la cara. No puede volver a verme jamás de los jamases". 
  • Si la flatulencia es olorosa puede pasar dos cosas. La primera es que sea insonoro, por lo que si tienes la suerte de estar en un sitio abierto puedes, o bien salir corriendo intentando dar esquinazo al eau du pedó, o bien comentar, descuidadamente, lo mal que huele en general, alegando que es una alcantarilla, un jardín abonado o el señor que acaba de pasar al lado vuestro. La segunda es que no haya ninguna duda de que el pedo viene de tu persona (sea o no sonoro). Farfullarás una disculpa ininteligible, tu piel adoptará un tono "guiri en la Costa del Sol en pleno agosto" y desearás con todas tus fuerzas evaporarte, desaparecer e, incluso, no haber nacido para no tener que estar viviendo ese momento vergüenza insoportable. La salida a esta situación, como en el segundo tipo, depende de la respuesta de tu pareja o posible pareja.
Sea como sea, y sea del tipo que sea la ventosidad, una cosa es cierta. El primer pedo abre la veda para una vida en pareja sin contenciones gaseosas. Será un alivio para tus intestinos pero, al final puede que acabes arrepintiéndote de haber abierto la caja de Pandora.

2.- Momento comida entre los dientes. Dice La Reina de las Chuches que a ella le da más vergüenza decirle a la otra persona que tiene algo entre los dientes o en la cara (pongamos, por ejemplo, un moco), que que se lo digan a ella. Que se empieza a poner nerviosa, colorada y que al final no sabe ni a dónde mirar. A mi me pasa lo contrario. ¿Que tiene algo en la cara o los dientes? Pues no pasa nada. Tranquilamente saco un kleenex y se lo digo mientras se lo ofrezco. Ahora bien, eso no aplica conmigo. SÍ que pasa si la persona que tiene algo soy yo. En el mejor de los casos me levanto escopetada y me abalanzo hacia el baño más cercano. En el peor de los casos me enciendo como una bengala y empiezo a restregarme cara, dientes y lo que sea como una posesa. Lo curioso es que, a pesar de que la otra persona me diga que ya está, que ya se fue, yo sigo haciéndolo de forma casi compulsiva. 

3.- Momento resbalón. Caerse en público siempre da corte. Esté o no esté la persona que te gusta a tu lado. Pero si está, el corte es doble y más si la caída es tonta y te deja en el suelo en posición poco digna. Si  te has pegado un costalazo de dos pares de narices, de esos en los que te dan ganas de ponerte a llorar como cuando eras pequeña, no hay problema. Como en "piedra, papel o tijera" el dolor aplasta a la vergüenza. El problema está cuando el resbalón es debido a una patudez tuya. Tanto si tu pareja se rompe el esternón de la risa como si corre presto a ayudarte el mejor remedio es reírse. De tu torpeza, de tu indignidad y de la cara que la otra persona pone al verte despatarrada en el suelo. 

4.- Momento primer beso. Este momento entra dentro de la categoría de incómodo, pero con posibilidades de recompensas agradables. Imaginemos. Primera cita. Esperada, divertida, cómoda, cargada de expectativas. Llega el momento de despedirse y no sabes si las campanas repican o están más calladas que un muerto. ¿Qué hacer? ¿Poner la mejilla para recibir los dos besos fraternales?, ¿quedarse esperando a ver si él se anima hasta que tu cara de idiota lo espante?, ¿lanzarte tú con riesgo a que te haga la cobra? Buff, ¡más que incómodo es momento estrés!

5.- Momento lapsus linguae. Esta situación es previa a todas las anteriores y suele producirse en los primeros momentos de pre-relación, debido, en gran medida, al nerviosismo que acompaña esos instantes y tu patético intento de no parecer más simple que el mecanismo de un chupete. En estas ocasiones todo tu esfuerzo se dirige a convencer a tu inteligencia para que se quede contigo y no se vaya a buscar caracoles al campo y a que tu subconsciente no quiera ser el protagonista no invitado a esa función. Hablando en plata, nada de chorradas ni de sinsentidos, que te hagan pensar que le están dando a pensar que eres idiota y que qué pena lo del accidente ese que tuviste cuando te caíste de la cuna. 

Si has superado y sobrevivido estos cinco trances, ya puedes estar tranquila, porque si sigue contigo es porque realmente le gustas. Así que llega el momento relax y vía libre para disfrutar y ser tú misma. 

Este post no hubiera sido posible sin la activa y divertida colaboración de La Reina de las Chuches. 

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