31 julio 2012

Bermellón

Esta mañana estaba haciendo limpieza digital cuando me encontré con este relato, que presenté a un concurso cuando estaba en el instituto. Hacía años que le había perdido la pista y pensé que iba a ser peor, pero dado que tenía apenas 17 años, cuando lo escribí, no está tan mal. Muy mejorable, pero no tan mal. Era mi etapa de experimentación con el estilo y, es curioso, pero es más yo de lo que pensaba. Quizás es verdad que las personas no cambiamos.


Bermellón

Lo hago, lo voy a hacer, tengo que hacerlo, Dios te salve María, no sé por qué todo me pasa a mí, tengo que hacerlo, Dios te salve María, yo no tuve la culpa, ella tuvo la culpa, fue ella, no yo, Dios te salve María, cómo iba a salir a la calle, todos lo sabían, menos yo, yo la quería, la muy zorra, nunca le faltó de nada, se lo di todo, ya me lo decía mi madre, Dios te salve María, y parecía tan buena, tenía que haber hecho caso a mi madre, ya me lo decía, las mujeres tontas, no tengo miedo, soy muy macho, hago lo que haga falta, Dios te salve María, las tontas son las que menos problemas causan, yo no soy un cobarde, no como otros, ya me lo decía mi madre, ese sí era un cobarde, a escondidas lo hacía todo, y parecía tonto, Dios te salve María, y qué iba a hacer yo, tengo que hacerlo, por qué todo me pasa a mí, ¿quedarme mirando?, ya me lo decía mi madre, las tontas no causan problemas, qué cara pusieron, ja, ja, ja, lo que me pude reír, y no se lo esperaban, ja, ja, ja, Dios te salve María, mierda, cómo sigue esto, Dios te salve María, Dios te salve María, ah, ya sé, Dios te salve María, llena eres de gracia, y Pablito cómo se quedó, siempre fue muy feo, ja, ja , ja, qué feo era, no llegarás a nada, ¿quién dijo eso?, no me acuerdo, pero da igual, se equivocaba, ja, ja, ja, mira que era feo Pablito, y qué dientes tenía, ¡cómo le llamaban?, ¡ah, sí!, el ratón de Betanzos, ja, ja, ja, qué chiste, el ratón de Betanzos.
El aire que entraba por la ventana hacía flotar las cortinas, y a pesar de eso, un calor pegajoso inundaba el dormitorio. La habitación era de grandes dimensiones, aunque sencillamente decorada.Al fondo había una puerta que daba a un cuarto de baño. Los rayos matinales iluminaban la estancia a través de un ventanal, en un rincón se encontraba una bañera de aspecto delicado; gotas de agua resbalaban aún por los azulejos de la pared. Al lado del baño estaba la puerta del armario. Multitud de trajes, tanto de hombre como de mujer, estaban pulcramente colgados; debajo había varios pares de zapatos. En la parte superior estaban cuidadosamente colocadas media docena de cajas de cartón de diferentes tamaños. En una esquina de la espaciosa habitación un pequeño comodín lleno de frascos hacía las veces de tocador, un jarrón con crisantemos descansaba sobre una pequeña mesa de mármol rosa, al lado de una fotografía con marco de plata. En la foto una mujer y un hombre se abrazaban sonrientes. La mujer tenía  una belleza exótica. Era morena, con el pelo rizado y los ojos claros, el hombre era atractivo pero sus rasgos duros le daban un aspecto amenazante. La mesita se encontraba a un lateral de la cama. Ésta era grande, de matrimonio, rematada con un sobrio cabecero de madera oscura. Sobre la arrugada ropa de cama yacían dos cuerpos desnudos, inmóviles. Todo estaba cubierto de sangre, de una sangre espesa, pegajosa, de color bermellón. Una mosca revoloteaba alocadamente sobre la cama.
-          ­¿A qué hora calculas que fueron asesinados?
El inspector Alonso observaba sin interés cómo realizaba su trabajo el equipo forense.
-          A pesar del calor yo diría que sobre las diez y media.
El forense era un hombre bajo y rechoncho que tenía la camisa manchada de sudor, un sudor que le corría a raudales por la frente.
Una corriente de aire entró en la habitación con la llegada de un joven de aspecto atlético. Era el inspector Marco.
-  Buenas tardes a todos. A ver qué tenemos aquí. Humm, una escena conmovedora, ¿quiénes eran?- preguntó Marco mientras se acercaba a la cama tapándose la nariz con un pañuelo.
- La mujer se llama Victoria Blanco, era la esposa del empresario Fernando Altea. El hombre es Pablo Jiménez, amigo de Altea, y, al parecer, algo más de su mujer – respondió Alonso asomándole una sonrisa burlona en su cara.
-   ¿Cómo murieron? – le preguntó Marco interesado.
-   Fueron disparados con un arma de pequeño calibre. Yo me decanto por un 22 pero tengo que examinarlo a fondo. Ella tiene un tiro en la nuca y dos en el cuerpo. En la espalda, por lo que lo más seguro es que se encontrara encima de él cuando ocurrió. El hombre recibió dos disparos en el abdomen, desde poca distancia, una de las balas encontró la salida a la altura del riñón.
-   ¿Han localizado al marido?
-    He llamado a su despacho y me ha dicho su secretaria que hoy no ha ido a trabajar. Estaba extrañada porque asegura que es la primera vez que falta desde hace años.
-   Imagino que el hombre se lo olería. Fingiría que iba a trabajar y, tras ver cómo entraba su amigo, subió y les pilló en medio del acto. Vamos, un caso claro de asesinato pasional.
-   Al parecer Altea era un hombre agresivo; su mujer había presentado una denuncia hace unos meses por malos tratos, pero la retiró.
-   Llama a la comisaría y pide que cursen una orden de busca y captura. Que vigilen el aeropuerto, la estación de tren y la de autobuses. Manda una foto a todos los hoteles de la ciudad y de la zona por si se quisiera registrar con nombre falso. ¡Ah!, manda una descripción del coche y la matrícula a los agentes de carretera e investiga en todas las agencias de alquiler de coches, seguro que intentará salir de la ciudad.


Ja, ja, ja, siempre fue muy tonto, aunque claro, aquí el único tonto he sido yo, ya me lo decía mi madre, las mujeres cuanto más tontas mejor, vaya vista, no me había dado cuenta, Dios te salve María llena eres de gracia, subo una pierna y paso por encima la otra, yo siempre he estado en buena forma, no mires para abajo, no mires para abajo que es peor, no tengo miedo, yo soy muy macho, Dios te salve María llena eres de gracia, esta barandilla resbala, qué calor tengo, Dios te salve María, me sudan las manos un horror, y ¿por qué me voy a tirar?, pues ahora no me tiro, esta barandilla resbala mucho…

30 julio 2012

Cuando tu futuro depende de una gota

En 1910 entró en vigor en el estado de Tennessee (EE.UU.) una ley que comúnmente se denominó como la Regla de una Gota. Posteriormente, con la aprobación de la Ley de Integración Racial de 1924, otros estados, como el de Virginia, comenzaron a aplicarla también. Esta ley establecía que cualquier persona que tuviera una sola gota de sangre negra en su cuerpo sería considerada de raza negra (más tarde lo ampliaron a una gota de sangre de nativo americano).

Lo que actualmente es, claramente, una estupidez como la copa de un pino (pobre pino y pobre copa que no entiendo por qué les tachan de estúpidos) en aquella época era, además, un castigo social. No está de más recordar que hasta 1970 en EE.UU. regía la segregación racial, lo que significaba que si eras considerado negro sólo podías ir a colegios de negros, a hospitales de negros, a baños de negros, sentarte en los asientos del autobús para negros (o directamente tener que quedarte de pie), comer en restaurantes para negros, no tenías derecho a voto... Lo que derivaba en altas tasas de desempleo, de pobreza y mayor vulneración de tus derechos (básicamente si un blanco pegaba, robaba o mataba a un negro solía salir impune del castigo). Con estos antecedentes, renegar de tu tatarabuelo/a de origen africano parece más una cuestión de supervivencia que de racismo.

Hoy en día, esta ley está derogada, pero el concepto que bajo ella subyace, la llamada hipodescendencia, sigue vigente, no sólo en el censo de EE.UU. [por favor, échadle un vistazo a las preguntas, donde lo primero que hacen es preguntarte si eres de origen español o latino y, luego, a partir de ahí tienes que especificar de qué raza eres (negro, blanco, japonés, vietnamita, samoano... increíble pero cierto)] sino en el imaginario colectivo de la gente. De la gente de todo el mundo, no sólo de Estados Unidos, que no es plan de colgarle a ellos el sambenito porque en esta procesión cada cual aguanta su vela.

A partir de la década de los 60, con el surgimiento del movimiento Black Power, la comunidad afrodescendiente comienza a reivindicar el orgullo de su color de piel y, ahora, ese orgullo es utilizado por algunas personas para darle mayor promoción a los logros conseguidos. Pongamos dos casos que todo el mundo conoce.

Primer caso. Barack Obama, el primer presidente negro de la historia de los EE.UU. Esto que todos hemos oído, se nos ha vendido como un hito, como un logro contra el racismo y la discriminación. Bueno, pues supongo que ya sabréis que Barack Obama NO es negro. No digo que no sea negro de color de piel (aunque conozco a algunos que han pasado por solarium que son bastante más morenos) sino que no es negro de "raza" (luego me meto con este asunto que no creáis que no tiene miga). Su padre era un africano (keniata, para más señas), con la piel bastante oscura, para qué mentirnos, pero su madre era una estadounidense blanca. Y dado que en su ADN tiene el mismo peso que sea blanco que que sea negro, el considerarlo de una u otra forma es erróneo y despectivo (para la "raza" que se deje de lado, por ejemplo).

Segundo caso. Halle Berry, la primera actriz negra en conseguir un Oscar a la mejor interpretación femenina protagonista. Sí, el padre de la señora Berry es afroamericano, pero esa señora con pinta de guiri, que aparece con ella durante el acto de premiación de los oscar, es su augusta madre. Y sí, como podéis ver es blanca, así que el origen étnico de la actriz no es tan categórico como nos lo han transmitido.

Tradicionalmente, en España, a las personas con mezcla étnica se les denominaba mulatos, mestizos, zambos... dependiendo de las etnias de origen. Pese a que mestizo es el resultado de la unión de un/una indígena y un/una blanca, si hay que utilizar algún término que incluya todos los cruces étnicos, mejor usar ése, que parece que es el único que no es despectivo [mulato (persona cuyos progenitores son uno/a blanco/a y otro/a negro/a) viene de mula que es el cruce de caballo y burro y zambo (persona cuyos progenitores son uno/a indígena y otro/a negro/a) viene del nombre de una clase de mono que vive en el continente americano]. Así que, ¿por qué no identificarse como mestizo en lugar de negro o blanco? Porque, aunque parezca mentira, existe la creencia de que el mestizo es inferior al blanco, negro o indígena. Porque no es puro. La gente se niega a ser reconocida como mestizo y, por eso, elige entre los orígenes étnicos que tiene el que mejor cree que le representa en detrimento del otro o de la mezcla.

¿Y por qué Barack Obama y Halle Berry han reclamado su origen africano a la hora de identificarse? No tengo constancia de que ninguno se haya proclamado al respecto, pero lo que sí está registrado es, que en el caso de Obama, cuando comenzó su andadura política, andaba escaso del apoyo de la población afroamericana. El motivo parece ser que fue porque, tras el divorcio de sus padres, Obama se fue a vivir a Hawaii, con sus abuelos maternos, blancos, con los que se crió en un entorno blanco. Ergo, para los negros Obama era blanco. ¿Cómo ganarse el apoyo de la población afrodescendiente, en particular, y de las minorías en general? Reivindicando su origen afroamericano (término muy directo y acertado en su caso dada las nacionalidades de sus progenitores). En 2008, cuando consiguió la presidencia de Estados Unidos, Obama contaba con el respaldo del 79% de los "no blancos", que en el caso de la población negra subía al 91%. Teniendo en cuenta de que en EE.UU. las minorías constituyen más del 36% de la población total (unos 110 millones de habitantes), que te apoyen casi el 80% es mucho apoyo. Y, por si eso fuera poco, su eslogan fue: "Yes, we can" We: estadounidenses. We: afrodescendientes. We: minorías étnicas.

En 1998, la Asociación de Antropólogos Americanos (más bien estadounidenses, que son muy de expandirse ellos) publicó un manifiesto en el que se posicionaban sobre el tema de la raza. En él, declaraban que no existe ningún fundamento biológico que determine que el ser humano se divida en razas. Sino que éstas fueron un mecanismo social, creado en la época colonial, para referirse a todas las poblaciones que no fueran las europeas blancas. Como lo más distintivo es el color de la piel, la raza se estableció según este criterio (blanco, negro, amarillo, rojo...). Y con el establecimiento de la raza llegó el establecimiento del valor y estatus del individuo dentro de la sociedad.

El color de la piel es un fenotipo, un rasgo físico, tan importante biológicamente, como el tener el pelo rubio, castaño o negro, los ojos verdes, azules o marrones, el cabello liso, ondulado o rizado, las fosas nasales grandes o pequeñas (una cuestión de adaptación al aire seco y caliente del desierto o frío y húmedo de la zona helada fundamentalmente) o ser alto, bajo o de mediana estatura. Así que creo que determinar que una persona es mejor o peor, tiene más o menos derechos, más o menos inteligencia o más o menos oportunidades por un aspecto tan nimio como el color de piel, no sólo es de una soberbia increíble, sino de una necedad supina. 

29 julio 2012

Iorana

Julio se acaba y en la calle, en el trabajo, en los medios de comunicación todo el mundo habla de irse de vacaciones, de disfrutar las vacaciones, de lo cortas que le resultaron, de dónde van a ir o qué hicieron... y yo pienso que otro año más yo de lo único que podré hablar es de las ganas que tengo de cogerlas, de que otro año será y de que alguien se tiene que quedar a trabajar qué pena que sea yo. En estos momentos echo la vista atrás a aquellos años en los que viajaba y esta vez no he podido dejar de acordarme de cuando estuve en la misteriosa Isla de Pascua.

Mapa de Isla de Pascua

Para mí, Isla de Pascua era uno de esos lugares paradisiacos, situados en algún lugar de la Polinesia, que se muestran en los documentales de la 2 o en el National Geographic. Uno de esos entornos exóticos y remotos que sabes que nunca vas a visitar, así que los contemplas en la tele con cierto interés y algo de escepticismo. El día que fui a Isla de Pascua sentí que podía ir a cualquier sitio. En el tiempo y en la distancia.

En julio de 2006, como ya conté en su día, me fui a vivir a Santiago de Chile, donde, con alegría, descubrí que esa pequeña isla situada en medio del Pacífico era territorio chileno. En ese momento supe que fuera como fuera tenía que ir a visitarla. Se acercaba el primer y único puente del año, el de las fiestas patrias (18 y 19 de septiembre) y pregunté, entre los pocos españoles que conocía, si alguien se apuntaba a ese viaje. Me hablaron de Gallega, una chica que iba a estar sólo tres meses en el país y que su sueño era visitar Isla de Pascua. Así que, en apenas 48 horas, lo preparamos todo.

Compramos el billete de avión a la única compañía que viaja a Isla de Pascua, Lan Chile. Debido a este monopolio y a que sólo hay tres vuelos semanales (afirman que para preservar la integridad de la isla, considerada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1995) el precio fue bastante desorbitado. Hay dos tipos de turistas que visitan Rapanui: los que tienen y/o gastan mucho dinero, por lo que se quedan en hoteles de cinco estrellas, alquilan coches, contratan guías para que les muestren todas las maravillas y secretos de la isla… y los que, como nosotras, nos habíamos gastado casi todo el dinero que teníamos en llegar a la Isla por lo que teníamos que economizar en la estancia. A través de otro español, que ya había estado allí, contactamos con Pecas, un chico que trabajaba en hostelería y que nos recomendó un hostal económico, limpio y muy acogedor: el Residencial Katarahi, propiedad de El Pilo, un chileno continental, que lleva viviendo más de treinta años en la isla y que hizo que nuestra estancia fuera realmente especial.

Para nuestra extrañeza, Pecas nos preguntó si podíamos llevarle champú y algo de comida enlatada. Más tarde nos enteramos del porqué de su peculiar petición.

No sé si el nombre de El ombligo del mundo está bien elegido para denominar a esta isla, pero lo que sí que es verdad es que, como dicen en el altiplano, este trozo de tierra de no más de 23 km de largo y 11 km de ancho, está donde el diablo perdió el poncho. Se encuentra a 3700 km de Chile continental y a 4.000 km de Tahití y el tiempo de vuelo desde Santiago de Chile es de unas cinco horas. Desde el momento en el que llegué hasta el que me marché, la sensación de estar aislada, en medio de la nada, se pegó a mí como un chicle en la suela de un zapato.

Vista de Hanga Roa
Cuando aterrizamos en Hanga Roa, capital y única población de la isla, en la que habitan entre 3.500 y 3.800 personas incluidos los turistas itinerantes, nos estaban ya esperando El Pilo y Pecas con un par de collares de vistosas flores exóticas como regalo de bienvenida. A pesar de que era febrero, el mes de lluvia, el cielo estaba encapotado y apenas vimos el sol durante nuestra estancia. Afortunadamente el tiempo siempre es cálido, con temperaturas de alrededor de 20o.

En apenas un par de minutos llegamos al residencial, donde sólo se hospedaban tres personas más. Fuimos a dar una pequeña vuelta por el pueblo y llegamos a la Playa Pea, una minúscula caleta rodeada de palmeras y con un moai (gran escultura de piedra de origen incierto) flanqueando la entrada. En sus alrededores vimos unas construcciones de piedra circulares, como si fueran pozos, que según nos explicaron, eran pequeños huertos. El viento que viene del mar es tan fuerte y el salitre tan invasivo que fortificar los cultivos parece que es la única forma de conseguir que te crezca algo.

Por la tarde, El Pilo se ofreció a llevarnos a Maunga Terevaka, la zona más alta de la isla situada a 511 m. de altitud. Una colina donde se ve prácticamente toda la isla, y donde a Galileo no le habría costado nada demostrar que la tierra es, efectivamente, esférica. En la bajada paramos en Ana te Pahu, también conocida como la cueva de los plátanos, donde nos contaron que en época de guerras, entre tribus rivales, la población civil (mujeres, niños y ancianos) se refugiaba allí para no ser aniquilada.

A la hora de la cena, El Pilo nos agasajó con un asado dieciochero (la comida típica de estas fiestas) muy humilde, aunque sabroso. Comenzamos a descubrir otra cara de la isla, la que es difícil llegar a ver desde una suite de un hotel de alto standing. La economía de la isla depende del turismo (directa o indirectamente) y los habitantes locales lo saben. Por esa razón, los rapanuis se han asegurado de que todo lo que el turismo deja en la isla lo gestionen los autóctonos, y lo han conseguido impidiendo que aquellos que no lo sean puedan ser propietarios de las tierras, y por lo tanto, de los complejos hoteleros. No hay ni agricultura ni ganadería y la pesca existente (maravillosa, por cierto) es totalmente artesanal. Con estos antecedentes no es difícil imaginar que todo aquello que la isla no produce (o sea, cualquier producto manufacturado, energía, alimentos perecederos salvo pescado, productos de ocio, etc…) se traiga en barco desde el continente.

Según me contaron, todos los productos que llegan pasan por una asamblea de líderes locales que lo reparten entre los habitantes. Primero nutren a los alojamientos hoteleros, después a las familias rapanuis y, por último, a los habitantes de fuera de la isla que viven allí.  El mar estaba picado desde hacía casi una semana y el barco, que llevaba todas las provisiones, no podía recalar en el puerto de Hanga Roa. Los supermercados estaban prácticamente sin existencias, los pequeños restaurantes locales también, las viviendas no tenían ya gas y apenas había gasolina para los coches. Los turistas de los grandes hoteles no carecían de nada de eso, pero no fue difícil entender por qué Pecas nos había pedido que le lleváramos, del continente, champú y pasta de dientes ni porque El Pilo sólo podía hacer un asado con un par de pechugas de pollo.

Ahu Akivi
Por la noche fuimos al hotel Manutara a ver una representación del ballet Kari Kari, una agrupación local que ha viajado por todo el mundo deleitando con vistosos bailes pascuences. Los hombres con taparrabos, calentadores de cáñamo, tocados de plumas en la cabeza y tatuajes iconográficos, hechos con tinta negra, por todo el cuerpo. Las mujeres con faldas y sostenes de plumas y pulseras en los tobillos. Bajo el son de los kehos (tambores de piedra), los hios (flautas de bambú), los ukeleles (pequeñas guitarras) y las kauahas (mandíbulas de caballo desecadas que se golpean contra la mano) las mujeres se movían sinuosas, seduciendo con su cuerpo y los hombres con ritmos agresivos y poderosos. No todos los bailarines eran rapanui, y aunque en ese momento no sabía por qué, los movimientos de los continentales rompían el embrujo del baile.

En los hoteles de la isla habitualmente los tours se hacen por las mañanas dejando a los turistas libres las tardes para descansar y comprar artesanías en Hanga Roa. Nosotras decidimos hacerlo al revés, para poder disfrutar de los misterios de la isla con más tranquilidad. Los colgantes, moais, figuras y prendas de ropa habituales del mercado de artesanía están hechos con conchas, huesos, piedra, trozos de madera y cáñamo. Los rapanuis están acostumbrados al regateo, pero tengo que admitir que el furor regateístico de los españoles es demasiado agresivo para estos tranquilos lugareños.

Además de un mercado de artesanía, Hanga Roa tiene algunos servicios básicos. En torno a la plaza de Policarpo Toro (marino chileno que incorporó Isla de Pascua al territorio chileno en 1888) hay una casa de cambio, un par de oficinas bancarias con cajero automático, lavandería, farmacia, e incluso un cine. Bien es verdad que la única película que se puede ver en esa sala es la que dio a conocer mundialmente la isla. Rapa Nui, estrenada en 1994 y producida por Kevin Costner. El film hace hincapié en una de las teorías no demostradas acerca del colapso de las civilizaciones de la isla, debido a una guerra civil entre dos tribus (los orejas largas y los orejas cortas) que la  habitarían en el S. XVII.



Por último, no hay que dejar de visitar las pequeñas y bonitas  cafeterías que salpican las calles principales, donde puedes conseguir internet a precios estratosféricos y küchen (tarta) de frutas al estilo alemán. Es curioso, pero en la isla encontré a varias mujeres de mediana edad europeas que se enamoraron de un rapanui en su viaje y decidieron quedarse y regentar un residencial o un cyber-café.

Nuestro tour vespertino nos llevó, primero, al Tepito Te Henua. Esta gran piedra redonda, que da nombre a la isla, se encuentra al borde de un acantilado, en un lugar que, según las leyendas orales que los rapanuis se transmiten de generación en generación, es sagrado por la energía que concentra. El Pilo nos hizo una prueba para demostrarlo. Puso una brújula encima de la piedra, y en vez de marcar el norte comenzó a dar vueltas enloquecida hasta que se estropeó. La explicación científica dice que es debido a un exceso de magnetita, pero la verdad es que, al poner las manos encima del pedrusco sentí como si lo que había debajo de la tierra intentara salir. Yo pensé, en ese momento, en un volcán a punto de estallar. 

Playa de Anakena con un ahu al fondo.
La excursión continuó hasta la playa de Anakena, a unos 20 km. de la localidad. Una cala paradisiaca con arena blanca y fina, palmeras y un ahu (plataforma ceremonial) con siete moais de orejas largas. El Pilo nos presentó a su madre adoptiva, una rapanui propietaria de un chiringuito en la playa que nos invitó a un zumo de guayaba, la única fruta que crece en la isla. Conocimos también a un grupo de chicos locales. Uno de ellos, de apenas siete años, trepó por una de las palmeras para hacerse con un coco, se lo dio a otro más mayor que lo abrió delante de nosotras y nos convidó. Probablemente fuera el momento y el lugar, pero creo que es el mejor coco que he probado nunca. 

En el camino de regreso nuestro amable guía quiso mostrarnos otro de los misterios de la isla. Paró el motor del jeep en mitad de una cuesta que estábamos subiendo. Puso el cambio de marchas en punto muerto y se bajó del coche. Apenas un par de segundos después Gallega y yo comenzamos a sentir que el 4x4 se comenzaba a mover, ¡hacia arriba! Al comienzo el movimiento era apenas perceptible, pero llegó un momento en el que el coche subía más rápido que nuestro guía que iba andando. Nunca supimos cómo es posible que esto sucediera, pero si tenía dudas de que la isla tenía algo mágico, en ese momento se desvanecieron todas.

Ya de vuelta en el residencial, y antes de cenar, vino Pescador, uno de los chicos rapanuis, que habíamos conocido anteriormente, para llevarnos a ver una puesta de sol espectacular. Subimos hasta lo alto de una colina justo a tiempo para contemplar como el sol se estrellaba contra el océano pacífico.

Después de cenar llegó el sobrino de El Pilo, un lugareño que nos habló de la vida en la isla, y nos explicó, mientras tocaba el ukelele, cómo se bailan las danzas pascuences. En el lenguaje rapanui cada palabra tiene varios significados, por lo que el bailarín puede interpretar la que más le guste y escenificarla con el cuerpo. Por ejemplo, si la canción habla sobre las olas del mar, el bailarín moverá los brazos y los hombros de forma ondulante. Según el sobrino de El Pilo, el problema de los bailarines continentales es que al no entender la letra de las canciones se aprenden los movimientos sin llegar a sentirlos.

Volcán de Rano Raraku
Nuestro último día en el paraíso fue más intenso, si cabe, que los anteriores. Por la mañana fuimos a Rano Raraku, uno de los cuatro volcanes –todos ellos apagados– que hay en la isla. Este volcán, además de ser uno de los dos únicos manantiales de agua dulce que tiene la ínsula, era utilizado, por las tribus antiguas, como cantera para construir los moais. Hay innumerables teorías sobre la vida en la antigüedad, provenientes de las leyendas ancestrales, de los descubrimientos de los arqueólogos y, sobre todo, de la interpretación, por parte del etnólogo alemán Thomas Barthel, del sistema de escritura iconográfica Rongo Rongo, encontrada en la isla en el S. XIX.

Una de esas teorías afirma que las esculturas representan a los reyes que gobernaban la isla, por eso se pueden encontrar moais con distintos rasgos –sobre todo con orejas de distintos tamaños–. Con un peso en torno a las 9 toneladas y una altura de entre 3 y 11 metros, las estatuas se trasladaban rodando, sobre troncos de madera, a los distintos puntos estratégicos de la isla, lo que supuso la deforestación, casi total, del ombligo del mundo. Los monolitos están colocados, en solitario o en grupos de hasta 15 ejemplares, sobre plataformas ceremoniales (de más de un metro de altura), llamadas ahus. Lo más curioso de los moais es que todos están mirando hacia el interior de la isla. Dicen que así la protegían de las invasiones, pues los navegantes, cuando llegaban cerca de sus costas, veían los grandes monolitos y pensando que eran gigantescas personas se daban la vuelta aterrorizados.

Moais abandonados en la ladera del volcán Rano Raraku
Esa tarde Pescador y Agricultor, otro de los chicos que habíamos conocido en la playa de Anakena, vinieron a buscarnos para enseñarnos la isla. Ambos trabajaban en el SAG (Servicio de Agricultura y Ganadería de Chile), controlando, por un lado, que las plagas de insectos provenientes de la Polinesia no llegaran al continente americano, y por otro, que los visitantes no se llevaran nada mineral, vegetal o animal, pues toda la isla es una reserva natural.

Pescador, de origen rapanui, nos contó algunos aspectos del día a día de los isleños que nos dieron una imagen más global de la vida en ese pequeño islote. La mayoría de los habitantes han salido de la isla en algún momento de su vida. Muchos de ellos al extranjero, para bailar en espectáculos en distintas partes del mundo, y otros al continente para poder estudiar en la universidad. Pero casi todos se sienten atrapados por el embrujo de Isla de Pascua y vuelven.

Nos contó que, pese a ese hechizo, el nivel de ansiedad por el aislamiento, que sufren los  autóctonos, es tan alto que las tasas de alcoholismo y de consumo de drogas blandas son muy altas. Asimismo, los pascuences tienen que hacer frente al problema de la gestión de desechos. El turismo genera demasiada basura (sobre todo no orgánica) para la capacidad de la planta de gestión de residuos de la isla, lo que preocupa y abre el debate sobre qué hacer para mantener la sostenibilidad medioambiental de este pequeño paraíso.

Isla Hombre-Pájaro
En esas reflexiones estábamos cuando llegamos al centro ceremonial Orongo. Único lugar de la isla donde hay que pagar para entrar. En él se encuentra el volcán Rano Kau, la pequeña isla hombre –pájaro y los petroglifos de animales con rasgos antropomórficos, que hicieron volar la imaginación de algunas personas que afirman que son la prueba de fueron extraterrestres los que hicieron los moais.

Tras una cena a base de pescados endógenos en un restaurante local y un paseo por el puerto de Hanga Roa nos fuimos a dormir sabiendo que, a primera hora de la mañana del día siguiente, teníamos que coger el avión de regreso a Santiago. Con lágrimas en los ojos aceptamos los regalos que nos hicieron nuestros amigos y nos metimos en el aeroplano sin atrevernos a mirar hacia atrás por miedo a ser la última vez que veíamos la isla y sus misterios.

¿Los primeros habitantes de la isla llegaron de Tahití como dicen algunos o de Perú como afirman otros?, ¿la población local, que en un momento llegó a superar los 20.000 habitantes, casi desapareció debido a una guerra civil entre dos tribus?, ¿tiene una energía especial la isla y la piedra del ombligo del mundo?, ¿te puedes sentir atraído por los rapanuis sólo con verlos bailar? No sé si un viaje a Isla de Pascua responde a todas estas preguntas o sencillamente genera más, pero lo que sí sé es que Isla de Pascua cautiva, porque ya han pasado seis años desde que fui y no dejo de pensar en volver. 

28 julio 2012

Lecturas de julio

La época de exámenes siempre es una época de sequía, de dieta literaria. Así que cuando acabo, habitualmente me despendolo y me tiro a la lectura como un yonqui con mono. 

Este julio ha sido distinto. Termino los exámenes pero comienzo a trabajar con horario fijo de 8 a 14:15 hrs. Tengo las tardes libres. Tardes de una calorina que no se puede aguantar. Tardes de sofá, persianas echadas y ventilador encendido. Tardes de un buen libro que te adormezca suavemente o te mantenga en vilo. Todo perfecto, casi paradisíaco. Pero me faltaba el libro. La biblioteca que abre de 8:15 a 14:30 hrs., mis amigos que salen espantados en verano a zonas más amigables y yo que ya no compro apenas libros porque estoy harta de cargar cajas cada vez que me muevo y porque mi cuenta bancaria no sigue el ritmo de mis necesidades lectoras. 

Pese a todo y gracias a un regalo de cumpleaños atrasado, al buen Cabrilla y a una carrera contrarreloj para llegar a la biblioteca, este julio he podido leer los siguientes libros:


El enredo de la bolsa y la vida - Eduardo Mendoza

Mendoza vuelve a la carga con el desconocido detective protagonista de El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas y La aventura del tocador de señoras. Libros todos muy famosos, pero que yo no he leído. 

La reseña de la tapa posterior del libro dice lo siguiente:
Años después de dejar el sanatorio mental donde compartieron celda. Rómulo el Guapo le propone un golpe a nuestro protagonista. Su negativa y la misteriosa desaparición de Rómulo serán el arranque de un enredo para resolver un caso de repercusiones internacionales con la ayuda de un infalible equipo: la adolescente Quesito, el timador profesional Pollo Morgan, el africano albino Kiwijuli Kakawa, conocido como el Juli, la Moski, acordeonista callejera, el repartidor de pizza Manhelik y el señor Armengol, regente del restaurante "Se vende perro". 
El libro me lo regaló una amiga con la promesa de te vas a reír un montón, es divertidísimo, te va a encantar. Esta predicción venía apoyada por los comentarios de diversos escritores aparecidos en la solapa. Así Javier Marías dice "El autor con más gracia de la literatura española en los últimos treinta años" o  Javier Cercas que afirma "Me gusta Mendoza porque me hace reír y me emociona y me hace pensar... Porque me obliga a ver la realidad de un modo distinto. Porque carece de cualquier atisbo de presunción o solemnidad". 

De este autor ya había leído La ciudad de los prodigios, Riña de gatos y El asombroso viaje de Pomponio Flato. Los dos primeros me gustaron mucho, muchísimo. Y aunque al de Pomponio no le había yo encontrado la gracia, quise darle una segunda oportunidad al humor de Eduardo Mendoza. Strike 2. El humor de este libro se me asemejó al de la película Torrente, con una crítica velada y una parodia de nuestra sociedad picaresca, pero con resultado zafio. El libro es fácil de leer y lo acabé, pero no sólo no me sacó ni una sola sonrisa, sino que, en algunos momentos,  hasta me desagradó. Como muestra contaros que el protagonista frecuenta un bar que se llama "El rincón del gordo soplagaitas" y se tropieza con un tipo que se hace llamar "Swami Pashmarote Pancha". Nada más que decir. Creo que, a partir de ahora, iré sobre seguro y me centraré en los libros serios de Mendoza.


El perfeccionista en la cocina - Julian Barnes

No había leído yo nada de este autor (ni lo conocía, para que nos vamos a mentir), pero encontré una recomendación de lectura en un blog que sigo, La mesa cero del Blasco, y le pedí a Cabrilla que me lo sacara de la biblioteca, a ver qué tal.

Lo que dice la trasera del libro:
Julian Barnes, aficionado tardío a los fogones, cuenta en esta exquisita obra sus divertidas experiencias y aventuras entre sartenes y cazuelas. Quien haya cocinado alguna vez sabe que entre la receta que aparece en un libro de cocina y el plato que uno ha preparado se puede abrir un abismo: lo primero con que se topa el cocinero aficionado son, sobre todo las dudas. ¿Cuán grande es una cebolla mediana? ¿Qué significa fuego medio? ¿Cuánto cabe en una pizca? Todo aquél para quien la cocina sea un hobby revivirá con ese libro sus esforzados intentos, maldecirá los libros de cocina y sus ilustraciones a todo color, probará salsas y contemplará desolado un suflé despachurrado. Y repetirá agradecido la resignada consigna: esto no es un restaurante. 
A pesar de que Barnes repasa diversos autores y libros de cocina que deben de ser muy conocidos en el Reino Unido, pero de los que yo, francamente, no había oído hablar en mi vida (exceptuando a Martha Stewart) y que se dedica a cocinar platos tan asquerosamente incomibles como Caballa escabechada con Martini y arándanos o alguna guarrada de estas que ingieren los ingleses (que me van a perdonar pero que no han pasado a la historia por su increíble gastronomía) el libro me ha encantado.

Es un librito corto (136 páginas) con ilustraciones clásicas de cocina y con un estilo directo, sencillo e informal. Puede que sea porque la cocina es uno de mis hobbies, pero iba leyendo los problemas con los que se encuentra el autor cuando cocina, las dudas, los peros, las frustraciones... y me sentía identificada. Con esa clase de identificación que te hace exclamar "Ohhh, no soy la única a la que le pasa eso", que te hace sentirte más ligera y ver con una perspectiva más humorística lo que hasta entonces te parecía que era el problema más grande del mundo.

Ayer en la biblioteca vi, con mucho placer, que tienen un montón de libros de Barnes, así que cogí Arthur & George, para ver si tiene una continuidad en su obra y me convierto en su fan. Ya os contaré.


La invención de Hugo Cabret - Brian Selznik

Una de las últimas veces que fui al cine pusieron el trailer de La invención de Hugo, dirigida por, nada más y nada menos, que Martin Scorsese y protagonizada por Asa Batterfield (o Bruno de El niño con el pijama de rayas), Chloë Grace Moretz y Ben Kingsley (no hace falta más explicación), entre otros.

No he visto la película, que tanto crítica como comentarios de amigos dicen que es buenísima, pero por lo que se puede deducir del trailer, Scorsese se ha basado completamente en el libro de Selznik. Acaso compensando las dudas y miedos internos de Hugo por un poco de acción y aventuras, pero nada que no sea achacable a la necesidad de hacer la película más dinámica. Como Brian Selznik, aparte de escribir el libro, lo ilustró, la película refleja fielmente los personajes (Hugo está clavado) y las ambientaciones.


Pero voy a centrarme en el libro. Es un libro gordo, de 534 páginas, de las que 284 son ilustraciones (en carboncillo, sencillamente complejas y con un aire de toma cinematográfica), por lo que se lee con rapidez.

La sinopsis que adorna la contraportada es la siguiente:
Huérfano, relojero y ladrón, Hugo vive entre los muros de una ajetreada estación parisina de ferrocarriles. Si quiere sobrevivir, nadie debe saber de su existencia. Sin embargo, un día tiene un descuido y es descubierto por una excéntrica chica, amante de los libros y por un viejo y amargado juguetero, que es más de lo que parece (y esto lo aporto yo). Y ya nada será como antes. Un críptico dibujo, un valioso cuaderno de notas, una llave robada, un autómata y un mensaje oculto del difunto padre de Hugo son algunas de las claves de un intrincado misterio.
Es un libro tierno, lleno de fantasía, de denuncia social que recuerda a Charles Dickens, donde se mezcla la literatura, la ciencia, el arte y la cinematografía, donde conviven personajes reales y ficticios. Es un libro escrito desde el punto de vista de un niño de 12 años que se encuentra solo en el mundo. Y su dolor, su miedo, su incertidumbre es palpable, al igual que sus ganas de vivir, su pasión, su tozudez y sus recuerdos. Es un libro que releeré en un tiempo porque una sola vez me ha sabido a poco. 



El asiento del conductor - Muriel Spark

Ayer salí corriendo del trabajo y fui a la biblioteca antes de que cerrara. Llevaba una lista de libros que quería coger, pero lamentablemente no había ninguno (lo que me hace pensar que, o bien los libros son muy nuevos o yo tengo un gusto muy especial), así que como no pensaba irme con las manos vacías, me puse a curiosear por las estanterías y me encontré con esta novela corta.

Muriel Spark fue una escritora escocesa fallecida en 2006, a los 88 años, con una vida bastante peculiar y excéntrica, que escribió una abundante obra donde su protagonista suele ser una mujer bastante peculiar y excéntrica. 

En esta obra la protagonista es Lise, una mujer de entre 29 y 36 años, enjuta, con labios severos, un mechón de pelo blanco en su cabello que lleva recogido con un moño, que se viste con ropa de colores psicodélicos que combina de manera imposible. Se sabe que vive en el norte (puede ser un país nórdico o simplemente Escocia, no lo dice) y que se va de vacaciones a Nápoles. Se sabe que durante el viaje se comporta de forma errática, excéntrica, llamativa e incomprensible y que está buscando al hombre que sea para ella. Se sabe que la cosa no acaba bien pero no se sabe ni cómo ni por qué. Es curioso, pero cuanto más te cuentan, menos sabes. 

La novela asusta, sorprende, abruma e incluso divierte. No sé si me ha gustado o no, pero sí sé que me ha hecho querer leer más de esta autora, para mí desconocida pero que me ha provocado una interesante sorpresa. 

27 julio 2012

Otra mirada a los Juegos Olímpicos

Dentro de poco más de 12 horas dará comienzo, en Londres, la trigésima edición de los Juegos Olímpicos modernos. Durante los días venideros, algunos de los previos y muchos de los posteriores, se hablará, y mucho, sobre deportistas, medallas, derrotas, superación, records, instalaciones y demás parafernalia que acompaña siempre a una cita como ésta. 

Yo hablaré del diseño gráfico que acompaña a esta competición deportiva, porque me interesa más, porque marca estilo y porque, en muchas ocasiones derrocha una creatividad y humor que sorprende. Y sorprende porque no es fácil darle una vuelta de tuerca al mismo tema, una y otra vez, y resultar creativo. 

Me he dado cuenta de que esta fascinación por el diseño en los juegos olímpicos no es nuevo. Hace trece años, cuando yo estudiaba publicidad en la universidad, en la asignatura de diseño gráfico nos pidieron que desarrolláramos toda una campaña en relación a una empresa o evento. Yo elegí las Olimpiadas. El profesor me sugirió (casi que me ordenó, por qué no decirlo) que cambiara de tema porque ése me sobrepasaría. Como soy bastante tozuda no le hice caso y seguí adelante con el proyecto. Las ubiqué en Pekín, no porque supiera que se iban a hacer 9 años después allí (que no), sino porque me gusta mucho el tema oriental. En fin, no sé dónde tengo esos diseños, pero si los encuentro y no son demasiado vergonzosos los colgaré aquí para que los veáis. 

Hay dos momentos claves en los Juegos Olímpicos modernos en lo que a diseño gráfico se refiere. El primero fue las Olimpiadas de Tokyo de 1964, porque fue cuando comenzaron a crear señales identificativas, no sólo de los deportes sino también de los distintos servicios que rodean al evento. El segundo fue la Olimpiadas de Múnich en 1972, porque fue entonces cuando nació la primera mascota olímpica.

Vamos a ver cómo ha evolucionado el diseño durante el último medio siglo.

Tokyo 1964

Los pictogramas de los deportes son en blanco y negro, sencillos, atemporales, tanto que recuerdan mucho a los que se diseñaron posteriormente (al dato con el símbolo del baloncesto que parece que se acaba de tropezar y se va a pegar un trompazo hacia delante). La señalética de los servicios es un poco más oronda (la falda de la mujer para señalar los servicios es graciosísima) y algunos de esos símbolos, como el del teléfono, la cámara de vídeo o el servicio postal siguen vigentes hoy en día. 

México 1968

Cuatro años después aparece el color y desaparecen las personas, quedándose sólo los instrumentos representativos de cada deporte (cuyo número curiosamente descendió de 21 a 18 en esta edición). Aspectos como la bicicleta o las olas del agua son aún ampliamente utilizadas. 

Münich 1972


Se vuelve al estilo y sobriedad de Tokio. Fácilmente identificable, aunque el de boxeo parece Quasimodo. 



Y éste es Waldi, un perro salchicha (técnicamente Dachshund), que se supone representaba la tenacidad, agilidad y resistencia de los atletas. En mi opinión no consiguieron el objetivo, pero es mono. 

Montreal 1976
  
Mediados de la década de los 70 debió de ser un momento de crisis económica y creativa pues se utilizaron los mismos pictogramas creados para Münich (para continuar con el lenguaje simbólico alegaron). 

Este castor tan majo fue la mascota de Montreal. Su nombre es Amik, que en la lengua del pueblo nativo Algonkino significa precisamente castor.  

Moscú 1980

Otra vuelta a los símbolos. Ahora más "humanos" y redonditos y los protagonistas más dinámicos en sus respectivos deportes.

¿Quién no se acuerda del osito Misha, si hicieron hasta una serie de dibujos animados? Visto entonces era muy tierno, visto ahora quizás demasiado infantil. Otro estilo sin duda. Misha es el diminutivo de Mijaíl que parece que es como en Rusia llaman a los osos (tiene que haber de todo, qué puedo decir). 

Los Ángeles 1984

A mí los pictogramas de Los Ángeles me recuerdan a esos muñecos articulados que se usan en dibujo, para captar las posiciones del cuerpo. Parece que se van a descoyuntar a la mínima de cambio. 

Este águila calva, símbolo de EE.UU. llamada Sam (que simboliza la archifamosa figura del Tío Sam) y tocado con un sombrero de copa con la banderola de EE.UU. (todo muy simbólico, como podéis observar) fue la mascota de esta edición. Quisieron hacerla tierna, con ese aire de sabiduría que tiene la ancianidad, al estilo Walt Disney. Hummm, si es que lo hizo Disney.... Ahhh, ya decía yo. 

Seúl 1988

Cuando llegamos a Seúl uno se da cuenta de que, en realidad, los de Montreal fueron muy listos, porque ¿para qué gastar dinero en crear unos pictogramas de deportes que son, prácticamente, iguales a los anteriores? Por destacarse no creo que fuera, más que nada porque no lo consiguió, así que alguien debió de embolsarse una buena cantidad de dinero. 

La mascotilla de Seúl fue este tigre llamado Hodori (que traducido del coreano sería, más o menos, tigrecillo, aunque tiene un aire a tigretón). Llama la atención que el diseñador Kim Hyun hiciera también una tigresa llamada Hosuni, de la cual pasaron olímpicamente, y nunca mejor dicho (puede que naciera aquí la expresión, ahora que lo pienso). 

Barcelona 1992

Más pictogramas con los miembros hechos como si fueran lazos de gimnasia rítmica o algo parecido. Entrañables porque son los nuestros, pero vamos, que un poco más de lo mismo. 

El diseñador catalán Javier Mariscal se arrancó con este perro con forma humana al que llamo Cobi, cuyo nombre viene de las siglas Comité Organizador de las Olimpiadas de Barcelona (COOB). Dicen que está inspirado en un pastor catalán (bien podría ser una leyenda urbana, porque al que sea capaz de reconocer un pastor catalán en esa figurilla simpática le doy un premio). 

Atlanta 1996

Llega 1996 y los estadounidenses deciden viajar en el tiempo y hacer los pictogramas con este mocetón musculoso, este adonis griego elegante, fuerte, atlético... No me gusta. 

Y si los pictogramas eran clásicos la mascota era... un horror. Se llamó Izzy (contracción de What is it? o traducido al castellano ¿Qué es eso? lo que no dice mucho de su proceso creativo, para que nos vamos a mentir). Pasó con más pena que gloria. De hecho creo que nadie se acuerda de esta especie de serpiente de cascabel con ojos de haber comido monguis. 

Sydney 2000

Apropiándose del boomerang, un símbolo de los aborígenes nativos, de los que siempre han renegado,  construyen estos deportistas que parecen llevar pantalones bombachos. Al menos le da un sentido a la innovación. 

Tres mascotas para estos juegos (sería que no se pusieron de acuerdo y fueron todas juntas y en armonía). Una cucaburra (un pajarito típico de las Antípodas) llamado Olly en honor a las Olimpiadas. Un ornitorrinco llamado Syd en honor a la ciudad de acogida, Sydney y un equidna (muy parecido a un erizo pero propio de estos lares remotos) llamado Millie en honor al Milenio. 

Atenas 2004

Vuelven los pictogramas clásicos, pero en esta ocasión con más sentido, porque las Olimpiadas vuelven a su hogar. Demasiado parecido a lo de Atlanta, colores incluidos. Por si a alguien le ha pasado inadvertido, constatar que siguen haciendo los iconos de hombres (cuando curiosamente en esta edición compitieron más mujeres que hombres). Ahí lo dejo. 

Las mascotas fueron esta pareja de Hobbits llamados Athenà (por Atenas) y Phèvos (por Febo, el Dios de las artes y el deporte), que representan unos muñecos tradicionales de la antigua Grecia. Lo de las dos dianas marcando las tetas de la niña no tiene precio. 

Pekín 2008

Los pictogramas de Pekín parecen hechos de blandi blub, aunque probablemente quisieron imitar un poco los trazos de la caligrafía china. Son distintos, pero dan un poco sensación de mareo si los miras mucho rato. 

¿Como mezclamos lo tradicional con lo actual? Se debieron preguntar los chinos.Yy el resultado es esta mezcla entre los Caballeros del Zodiaco, Bola de Dragón y Puka. Cinco mascotas con los cinco colores de los aros olímpicos. Beibei, el pez azul (¿dónde está el pez?), Jingjing, el panda negro, Huanhuan, una antorcha roja, Yingying, un antílope tibetano amarillo naranjoso (ahí, di que sí, reclamando territorio) y Nini, una golondrina verde (por más que la miro no le veo ningún parecido a un pájaro). Dado que las Olimpiadas de Pekín se hicieron hace cuatro años y yo no conocía sus mascotas debió ser que no las publicitaron mucho o que tuvieron muy poco tirón. 

Londres 2012


Y llegamos a las Olimpiadas actuales, las de Londres. Con unos pictogramas más realistas, pero netamente masculinos, que no me dicen mucho, para que nos vamos a mentir. 

Este Mike Wazowski, de Monstruos S.A. robótico es Wenlock (difícil de pronunciar y cuyo origen es demasiado british y rebuscado y que tiene que ver con el Baron de Coubertain, el impulsor de las Olimpiadas modernas). Tiene un poco de cara mala leche, pero ¿quién sabe? quizás triunfe. 

Si alguno ha llegado hasta el final del post, se merece un bonus track por paciente y curioso. Así que aquí dejo esta mini película en la que Goofy nos enseña todo lo que hay que saber de los Juegos Olímpicos. 

¡¡Me encanta Goofy!!